La independencia y la formación intelectual de los jueces permiten determinar el nivel de desarrollo de una democracia. Las tiranías se distinguen por la sumisión de la judicatura al poder político. Los jueces de las democracias son confiables por la presunción de que deciden conforme a lo jurídico; los magistrados de las dictaduras carecen de esta cualidad al ser percibidos como ejecutores de mandatos políticos.

Los regímenes totalitarios son alérgicos a los jueces con criterio propio, es decir, aquellos que no están dispuestos a recibir instrucciones para emitir sus fallos. El magistrado independiente no admite órdenes para decidir de una manera o de otra. Hay distintas modalidades para penetrar y corromper la judicatura: a través de la manipulación política y por medio de beneficios económicos. Las tribus judiciales fueron expresión de la amalgama de ambos vicios en la historia judicial de Venezuela.

Cuando una sentencia está salpicada de una de las distorsiones señaladas, sus pretendidos efectos jurídicos carecen de fuerza persuasiva porque los motivos en que se apoya no son convincentes al estar afectados por vicios en el razonamiento. El juez ideal, además de su independencia política e intelectual, se caracteriza por el peso de sus argumentos, lo que es determinado por la comunidad jurídica. La academia y el foro ponderan el valor de las decisiones por medio de la doctrina jurídica y los escritos judiciales.

Buen ejemplo de lo que debe ser un jurista en funciones judiciales lo constituye René Plaz Bruzual, fallecido el pasado 24 de marzo. Para honrar su memoria, la Academia de Ciencias Políticas y Sociales publicó un Acuerdo de Duelo y guardó un minuto de silencio en su sesión del día 2 de abril; ello sin que Plaz Bruzual haya pertenecido a la institución. La Academia reconoció sus méritos y aportes al derecho venezolano para distinguirlo.

El acuerdo destaca la trayectoria profesional de René Plaz Bruzual, primero como litigante y luego como juez de la Sala de Casación Civil de la extinta Corte Suprema de Justicia. En ambas tareas se caracterizó por su probidad, coraje y sentido de pertenencia institucional.

Los aportes de Plaz Bruzual a la jurisprudencia venezolana están escritos con tinta indeleble. Entre ellos destaca −tal como los menciona el Acuerdo de la Academia− la flexibilización del derecho a la defensa “al admitir la validez del anuncio del recurso presentado de manera anticipada, es decir, antes del inicio del comienzo de los lapsos”; por otra parte, el impulso de los cambios sobre las reglas de carácter probatorio en materia de casación civil, se evidencia en su trabajo canónico titulado “Casación sobre los hechos”, publicado en la Revista del Colegio de Abogado del Distrito Federal (julio-diciembre 1991). Igualmente, fue motor en la adaptación de la jurisprudencia de la Sala de Casación Civil a las nuevas reglas procesales establecidas en el Código de Procedimiento Civil de 1987. Estas contribuciones sirvieron de acicate para plantear, en su momento, un debate sobre la doctrina tradicional de la casación, caracterizada por los formalismos jurídicos inútiles.

De todas las virtudes de Plaz Bruzual, sobre las que se pudiera escribir un largo texto, quiero resaltar su respeto por la palabra empeñada. Me consta porque fui su vecino de oficina por varios años, lo que me permitió conocerlo y compartir con él enriquecedoras y largas tertulias. Estamos viviendo la caída libre del país debido a esta situación de caos económico, político, ético e institucional en el que nos encontramos. Aquí se promete una cosa y se hace otra distinta. La mentira y la engañifa están a la orden del día. El juramento carece de valor. Se jura cumplir con la Constitución y de inmediato quien presta el juramento se pone al servicio de una parcialidad política. Padecemos un estado de descomposición general donde no se respeta lo que se acuerda. Nos cerca un ambiente de desconfianza peremne,porque cumplir con lo que se acuerda es complejo, y una promesa permite desarrollar “una auténtica memoria de la voluntad”, como decía Nietzsche en su Genealogía de la moral.

René Plaz Bruzual fue un jurista disciplinado y constante, como quedó demostrado en su exitosa carrera profesional y, sobre todo, en la cantidad de personas que sentíamos respeto y admiración por él. En estos momentos de carencia de jueces independientes, vale la pena recordar a un jurista de valores republicanos, quien ejerció la magistratura con brillo, independencia, coraje, y probidad.


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