La economía no es mi fuerte, siempre he sido malo en el dominio de esa árida materia. Por ello hablo hoy como un lego, simple ciudadano que le preocupa el destino de Colombia. Se trata de la solución a la hecatombe financiera que dejó Juan Manuel Santos, que ha obligado a la aprobación de un presupuesto deficitario y por lo tanto al ministro Carrasquilla a tener que obtener con urgencia esos recursos faltantes.

Lograr ese objetivo es la meta de la Ley de financiamiento que se presenta hoy al Congreso. El ministro Carrasquilla es uno de los mejores expertos en finanzas del continente, y a sabiendas de su profesionalismo e idoneidad, es que la oposición malsana ha tratado de enlodarlo para que su gestión se vea entorpecida con un tiro en el ala. No lo logró, el Congreso en una loable gestión, ha en sus dos cámaras contundentemente rechazado esa pretensión de la izquierda antipatriótica.

En líneas generales hay que decir que el proyecto está bien encaminado. Trata juiciosamente de lograr el principal objetivo del gobierno: lograr una enérgica recuperación de la economía, a través del incremento de la productividad y la generación del empleo.

Esto se logra fundamentalmente generando incentivos a los productores, de allí la enjundiosa medida de rebajar los impuestos a las empresas, que son precisamente las generadoras de empleo. El principio de equidad se logra, pues, por medio del incremento de los impuestos a los más ricos, pero sin que se afecte a las empresas, por ello el incremento del impuesto sobre la renta a las personas naturales con mayores ingresos.

Repito el karma de la gestión de Carrasquilla es el déficit en ingresos, la solución que se ideó es la de incorporar todos los bienes de la canasta familiar al IVA, con dos medidas importantes para subsanar el efecto negativo de esta medida: la rebaja del 19% al 17% del gravamen de es ese impuesto y el retorno por anticipado del recaudo por ese impuesto a los hogares de los estratos 1 y 2.

En términos básicos, pues, la filosofía de la reforma tributaria es positiva, se encuadra dentro de los principios de la ortodoxia económica, lo cual es fundamental. Se busca también el recorte de gastos del Estado, pero dado lo inflexible del gasto público ese recorte es muy limitado.

Por ello se me ocurre la idea de que, dentro de la ortodoxia económica liberal, Carrasquilla se queda corto en su planteamiento de solución fiscal, teniendo un remedio menos drástico para la población colombiana: en vez de aumentar impuestos y no lograr una reducción drástica del gasto, el gobierno debería recurrir a la venta de todos los activos que tiene el Estado en empresas, que por ortodoxia económica debería estar en manos del sector privado, empezando por Ecopetrol y siguiendo por el interminable rosario de empresas en todos los sectores económicos, se generarían ingentes recursos, se evitaría aumentarle la carga fiscal a la clase media y se obtendría un importante fin de la economía de mercado, que es la no intervención del Estado en el sector productivo.

La razón por lo que no se toma esta medida es por el sesgo populista y estatista que pervive en la sociedad colombiana, pero si se quiere hacer una verdadera reforma fiscal estructural, el Estado más temprano que tarde tendrá que recurrir a esta muy beneficiosa medida. Es una lástima que el gobierno de Duque no se haya atrevido a presentarla y me temo que dentro de unos dos años tendrá por la fuerza de los hechos que realizarla, esa será la verdadera reforma estructural que la economía colombiana requiere.


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