En estos últimos días ha tomado cuerpo en las redes sociales y medios impresos de Ecuador, y en días recientes en Venezuela, el video en el cual dos jóvenes venezolanas se expresan despectivamente de los hermanos ecuatorianos, lo cual obviamente ha generado un rechazo contundente que algunos califican como xenofobia.

Lo cierto es que las imprudentes y torpes declaraciones de ambas personas en el país que las ha acogido y brindado las más amplia receptividad, porque ambas están trabajando, una de ellas dolorosamente periodista quien cometió la estupidez de criticar en el noticiero en el cual trabaja para una conocida planta de televisión, sin el menor recato, prudencia y educación, la manera de hablar de los ecuatorianos, como si en el planeta cada país, cada región tuviese un dialecto o manera de expresarse común. Crasa ignorancia, sin duda alguna.

Lo cierto es que el desconocimiento de la historia en ambos lados, es decir, en Venezuela y Ecuador, a nivel educativo, ha impedido que muchos ignoren los indisolubles lazos históricos que unen a los dos países, pues no solo honran la memoria de sus libertadores, Bolívar y Sucre, sino también se cobijan con la bandera tricolor amarillo, azul y rojo, heredada de la Gran Colombia, y, por si fuera poco, su primer presidente fue el venezolano Juan José Flores, un general nacido en Puerto Cabello, estado Carabobo, reelegido en dos ocasiones, y otros detalles más que son indisolubles desde todo punto de vista, los cuales a continuación referimos.

Otros tres venezolanos, León de Febres Cordero, Miguel Letamendi y Luis Urdaneta, se sumaron a la causa independentista de Guayaquil, hace 197 años, efemérides que se celebra en la ciudad porteña todos los años con un regio programa de actividades culturales. Después del 9 de octubre de 1820, desde el puerto guayaquileño partieron las tropas libertarias de Colombia, entre ellas venezolanas, hacia las demás ciudades del Ecuador y, en especial, a Quito, posteriormente emancipada el 24 de mayo de 1822, con la Batalla de Pichincha.

La historia, si se quiere, ha sido un tanto mezquina con algunos próceres venezolanos que tuvieron destacado papel en la causa independentista, primero de la ciudad de Guayaquil y luego con la propia gesta emancipadora que independizó de manera total y absoluta al Ecuador. Pues, a excepción de los nombres del Libertador Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, el héroe de Pichincha y Juan José Flores, primer presidente de la naciente república del Ecuador, luego de la separación de la Gran Colombia, existen otros próceres venezolanos cuyo rol histórico se desconoce, pero que tuvieron participación activa en la vida pre y posrepublicana de ese hermano país.

La aurora del 9 del histórico lunes 9 de octubre de 1820 encontró a Guayaquil libre del yugo español. Sin pérdida de tiempo los próceres organizaron una Junta de Gobierno de la cual Joaquín de Olmedo fue nombrado jefe político en la que lo acompañaron Gregorio Escobedo, José Espantoso y Rafael Ximena. León de Febres Cordero rehusó formar parte integrante de la referida Junta, aun cuando aconsejó que la misma formara con prontitud la División Protectora de Quito.

La propuesta del compatriota venezolano fue acogida con real beneplácito y al siguiente día quedó constituida la División Protectora de Quito, otro determinante hito para las futuras campañas que alcanzaron victorias y derrotas y que culminó con la épica Batalla de Pichincha el 24 de mayo de 1822, dos años después, sellando con ella la liberación total del Ecuador, la cual conducida magistral y militarmente por el cumanés Antonio José de Sucre.

El 11 de octubre a bordo de la goleta “Alcance”, el venezolano Miguel Letamendi en compañía de José de Villamil y otros patriotas marcharon hacia el sur para llevar la grata noticia de la emancipación de Guayaquil al general José de San Martín, quien seguía con simpatía la causa revolucionaria guayaquileña. Este hecho histórico sería refrendado el 26 y 27 de julio de 1822 por los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín, en la célebre entrevista que tuvo por escenario el malecón de la ciudad de Guayaquil, en donde actualmente se encuentra erigida una estatua conmemorativa de este trascendental encuentro entre los dos próceres sudamericanos.

De esta manera se hizo realidad un proyecto independentista, con una empresa de libertad articulada con visión de recursos, hombres, pertrechos, liderazgo, proyecto autonómico, y en el que tomaron decisiva participación y aportaron lo mejor de su intelecto y capacidades los compatriotas venezolanos León de Febres Cordero, Miguel Letamendi y Luis Urdaneta.

Son los lazos históricos que hermanan a Venezuela y Ecuador desde la época de la independencia, más aún si se toma en cuenta que dos de los próceres venezolanos estuvieron sentimentalmente ligados a valiosas mujeres: Manuela Sáez, la libertadora del Libertador, como la calificó el propio Bolívar, y Mariana Carcelén de Guevara, esposa del gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, cuyos restos mortales desde el año 1900 reposan en la Catedral Metropolitana de la ciudad de Quito. Habría que agregar el nombre de Pedro Gual, abogado, periodista, político, estadista y diplomático, uno de los creadores de la política exterior de Venezuela y la Gran Colombia, quien llamado por Bolívar para formar parte del Consejo de Estado, llega a Guayaquil, ciudad en la que fue uno de los negociadores y firmantes del Tratado de Paz entre Colombia y Perú, que puso fin a la guerra que había estallado a fines de 1828 entre los 2 países.

A 187 años de la histórica fecha de la disolución de la Gran Colombia, miles de compatriotas venezolanos agobiados por la criminal situación económica, política y social que vive el país han decidido emigrar hacia otros destinos, uno de ellos Ecuador, país en el que sin duda alguna se hallarán casi como en su propia casa, no solo por los mismos colores patrios: amarillo, azul y rojo del tricolor nacional, sino por los indisolubles lazos que unen a las dos hermanas repúblicas.

Páginas de historia que se deben afianzar hoy más que nunca, para borrar la odiosa tendencia de encrespar los ánimos con expresiones chauvinistas, discriminatorias o xenófobas.

La historia retomó de nuevo su camino casi dos siglos después.

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