“O inventamos o erramos”, dijo el maestro Simón Rodríguez, y dos siglos después sigue lastimosamente vigente.

Reinventarnos surge como consecuencia de la necesidad de enfrentar un cambio importante del entorno. Venezuela ha sufrido en los últimos tres lustros la peor crisis contemporánea que hemos vivido.

Sin contar con una data oficial, se calcula que al menos 3 millones de compatriotas han dejado su tierra para su reinvención, la búsqueda de oportunidades; muchos profesionales formados en democracia, en nuestras universidades que contaban con el reconocimiento internacional, hoy se desempeñan en tierras lejanas.

La diáspora, la dispersión, la separación, la destrucción de lo establecido, ha sido diseñada por nuestros gerifaltes para llevar a cabo su tan anunciada revolución, que solo ha resultado en miseria para toda una nación.

Esta ruptura no solo es sentida por los que ahora pueblan países alrededor del mundo; indudablemente, es también vivida por aquellos que aún luchan en nuestras tierras y que el perverso sistema los ha llevado a la desunión.

Los últimos acontecimientos políticos obligan a la reflexión. La difícil tarea de las fuerzas políticas de oposición que, aunque con visiones diferentes, convergen en valores democráticos y en la lucha por el objetivo común de devolver a la patria la libertad y justicia es reinventar la unidad y, con la firmeza de la ética, la reconstrucción de Venezuela.

Aunque nos han llevado maquiavélicamente a la desunión, como estrategia perversa, nuestra idiosincrasia debe valorar conceptos como la familia, la amistad, la integración, y allí será donde los liderazgos deben apuntar para nuestra reinvención y realzar mediante vivencias comunes, reestructurar nuestra sociedad para producir un cambio de fondo y así lograr un nuevo país. Para ello hace falta voluntad, y, afortunadamente, la tenemos.

Nuestra gran familia debe permanecer unida, con firmeza y determinación. Como venezolanos debemos insistir unidos en la adversidad en recuperar nuestra libertad, justicia y democracia. Somos un pueblo históricamente libertario, soñador e inventivo; recuperemos nuestro ser, nuestro orgullo nacional, nuestra decencia; respiremos hondo y retomemos nuestro común objetivo: la libertad.

Todos, héroes y mártires, tercos e insensatos, obligatoriamente han de unirse. El valor de la recuperación del rumbo obliga a zanjar diferencias y defender sin tregua la unidad para asegurar, mediante la resistencia al fracaso, la reinvención de los caminos para llegar a jalonar nuestra historia patria con episodios brillantes.


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