Ever tried. Ever failed. No matter. Try Again. Fail again. Fail better”.

(Samuel Beckett).

Es extraño escribir una columna de opinión desde este lado del Atlántico para un periódico americano a más de 7.000 kilómetros de distancia. Hoy es jueves, 17 de mayo, y amanece en mi país. Escribo temprano. Estoy solo y desengañado.

El lunes próximo estará usted leyendo los titulares de El Nacional de Venezuela y, dependiendo de las circunstancias, ese día será un día como otro cualquiera o un día singular que le haga sentirse ilusionado, triste, indiferente, eufórico o decepcionado.

Ayer no fue un día cualquiera para quien firma este escrito. Ayer supe que ya no iba a ganar un premio literario con el que soñaba. Ayer asumí de golpe que me tocaba volver a perder. Otra vez.

En fin, parece ser que a la gente no hay que enseñarle a ganar. Eso se aprende fácilmente. Desde luego, a mí no me hace falta saber perder, tengo la lección bien aprendida porque soy un perdedor de categoría. Me veo retratado en el payaso de las bofetadas del poema de León Felipe. Soy el perdedor que no se deprime ni se desespera. Me levanto esta mañana más fuerte sin renunciar al regusto amargo de los perdedores.


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