Comenzaba a escribir un artículo diciendo que antes de preguntarnos qué sucedería si al régimen se le ocurre poner preso o matar a Juan Guaidó, deberíamos preguntarnos ¿qué hacer para evitarlo?, cuando de pronto apareció a plena luz del día, con su sonrisa, con su confianza, con esa seguridad de los líderes cuando tienen la razón, la verdad, el pueblo y a Dios de su lado. Lo más sorprendente de todo es que apareció por el Aeropuerto Internacional de Maiquetía y en vuelo comercial, a plena luz del día, en claro desafío al autoritarismo y la irracionalidad de un régimen que, además, lo tiene apuntado y en la mira.

Invadido por la perplejidad ante tanto coraje y audacia, este cronista se sigue preguntando ¿qué pasó? ¿Qué ocurrió con la orden de detención que Maduro, Cabello, Padrino habían pronunciado una y otra vez, con carácter de decreto, invadidos como estaban por la euforia triunfalista que les proporcionó creer que con impedir la ayuda humanitaria, habían salido triunfantes? ¿Qué pasó con el recibimiento que le darían García Carneiro y el Sebin en el aeropuerto? ¿Fueron órdenes de Cuba? ¿Fue una sugerencia de los rusos y los chinos? ¿Fue miedo a las amenazas venidas del norte? ¿Fue el miedo a perder la “indulgencia” que le brinda la Comunidad Europea, cuando esta se opone a una intervención extranjera y al mismo tiempo dice que no tolerarían ni la detención, ni una agresión a Guaidó? ¿Fue el producto de desacuerdos dentro de la misma cúpula en la que, uno supone, participaron también pranes de los colectivos tanto nacionales como extranjeros? ¿Fue acaso una manera de ganar algo de tiempo, pensando que el pueblo se calmaría al ver al líder en libertad y regresaríamos a la calma que tanto los favorece y luego esperar el mejor momento para intentar algún plan siniestro para eliminarlo o inhabilitarlo?

Pienso que todos esos factores tuvieron que ver con la decisión, pero igualmente pienso que esa orden sigue en pie y esperando su momento para ser ejecutada. Por ahora, y a manera de anticipo, una comisión de la FAES se ha convertido en su sombra, dispuesta a ejecutar, cuando lleguen, las órdenes superiores, sin descartar que algún miembro fanatizado de ese cuerpo, pueda ejecutarla a su leal saber y entender, y desde esa plataforma, más que conocida llamada anonimato que tanto aman las mafias estalinistas. A estas alturas nadie pone en duda que la opción de liquidarlo está en la mente de muchos y no solo del extremismo castrocomunista.

Y es que Juan Guaidó, ese joven que el régimen trató de payaso, que ciertos grupos quisieron despreciar por joven e inexperto, que los escépticos vieron como insignificante, y los amantes de la retórica tradicional lo consideraron insípido y su discurso, no a la altura del apremio de la hora, como por arte de magia pronunció, desde el sitio justo, la palabra justa y en el momento justo, la palabra rebelión y el pueblo entero, cansado, obstinado por tanta humillación, acosado por el hambre, la escasez, la arbitrariedad, la represión, la mentira en el mensaje, los CLAP y el carnet de la patria, impotente ante el costo de la vida, la inflación y el despojo de su fe y de sus sueños que lo obligan a una diáspora trágica, decidió acompañarlo en una cruzada democrática y liberadora. Y todo lo dijo con la Constitución en la mano y llamando las cosas por su nombre. Dijo la palabra usurpación, y la gente entendió, dijo que la primera prioridad era la ayuda humanitaria, y la gente lo aplaudió y las naciones amigas respondieron, y dijo también que había una ruta a seguir para hermanarnos y ser mejores en democracia, y la gente hizo de ese verbo su esperanza. Como los verdaderos líderes de la historia, Guaidó logró sorprender a Venezuela y el mundo y allí está convertido en una referencia mundial para la democracia.

El régimen lo subestimó, la vieja oposición derrotada por sus propios errores ha tenido que hacer mutis por el foro, los partidos políticos prudentemente lo escuchan y, por ahora, callan, los tradicionalmente indignados, los que todo lo critican sin conceder el beneficio de la duda, derraman su bilis, pero esta vez y todavía, sin hacer mella y hasta los guerreros del teclado, con la aparición de su liderazgo, han calmado sus furias. En este momento se puede afirmar que la nave de la disidencia, agigantada y más fortalecida aun con su regreso, tiene una sola voz que representa a todas las voces y eso para un régimen cada día más debilitado, beneficiado en extremo por las divisiones del enemigo, acostumbrado a los abusos de poder y la orgía de corrupción, que creía tener el horizonte despejado, es haber tropezado con un muro inmenso y más sólido de lo que muchos piensan, en el que está escrito con letras tan grandes que se pueden leer hasta en Rusia, China, Turquía y, por supuesto y principalmente en Cuba, la palabra basta. Queremos vivir en democracia.

Desde que asumió como presidente, reconocido por la inmensa mayoría de los venezolanos y por más de cincuenta naciones democráticas, su liderazgo ha logrado un cambio drástico en el panorama político nacional, representado en su inmediata conexión con el casi 90% de venezolanos descontentos con el régimen, haberlo movilizado en todo el territorio nacional, haberle otorgado prioridad a la urgente necesidad de la ayuda humanitaria, causa con la que se sintió representada toda la población y que de ninguna manera puede abandonar, hacerle sentir a ese pueblo que lo que está por venir con el cambio es mucho mejor, y con un lenguaje llano y directo haber logrado la determinación de un pueblo a luchar por la democracia hasta recuperarla, y a asumir el compromiso de ser parte activa en la inaplazable tarea de reconstruir a Venezuela, teniendo como norte la recreación de instituciones renovadas en su fuerza y en su espíritu, capaces de servir mejor a una democracia siempre perfectible, y encaminada hacia el progreso en un clima de paz. A eso hay que añadir su discurso incluyente, con el que ha logrado la atención de luchadores y organizaciones sociales integradas, muchas de ellas, por ex creyentes del discurso presuntamente bolivariano que, entre muchas aberraciones, pretende acabar con la libertad sindical y su obligada independencia política.

Todo esto nos lleva a decir que “Vamos bien”, lo cual no quiere decir que ya Maduro, Cabello, Padrino y todo su combo cayeron, que ya estamos en democracia y que el Estado de Derecho ya llegó. Esto lo que sí quiere decir es que no se permiten pasos en falso, que sería imperdonable detener este ascenso y este impulso, que todos los esfuerzos que sean necesarios deben estar a disposición de la sensatez y el instinto de conservación, incluidas los ajustes de la ruta que se hagan necesarios, y entender que toda estrategia es susceptible de corrección, y que cada tropiezo debe tener una respuesta inmediata e inequívoca, que el triunfalismo está prohibido, que nunca debemos olvidar que el enemigo sigue estando muy mal herido, pero con poder y voluntad de hacer el mayor daño que pueda mientras viva y, sobre todo, tomar consciencia plena de que la verdadera lucha es entre democracia y comunismo, entre soberanía verdadera y sumisión. No hay vuelta atrás.


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