Inicio este artículo disculpándome con todos ustedes por la ausencia durante más de un mes, la situación en mi hogar no ha estado nada fácil y las medidas económicas que el régimen implementó en nuestro país agudizó aún más la crisis que nos afecta a todos, sometiéndonos a más trabajo para medio comprar alimentos de primera necesidad.

Muchos de ustedes me conocen, saben a qué me dedico y de dónde soy oriundo. Para los que no, soy cuasi ingeniero de la República, nacido en los Andes venezolanos, específicamente en Coloncito, estado Táchira. Estos últimos días que me ha tocado ayudar en mi hogar económicamente, sé lo que sienten miles de padres al ver cómo el salario se va en un abrir y cerrar de ojos. Hay un dicho muy popular entre venezolanos que dice: “Trabajaré como negro para vivir como blanco”, y haciendo a un lado el tema racista, los venezolanos nos partimos el lomo trabajando para comer. Solo para comer.

Luego del 20 de agosto, una fecha tan gris para el país, la miseria reina en las calles. Al imponer el precio sobre productos que escasean y generar pérdidas millonarias a pequeños comerciantes, muchos de los abastos, bodegas y supermercados que aún vendían reguladamente (2 productos por persona) se vieron obligados a cerrar sus puertas, pues no tienen modo de costear el sueldo mínimo que fue aumentado de una manera que nadie imaginaba, siendo imposible de pagar para aquellos que estaban emprendiendo un negocio por primera vez.

Sin carne, pollo ni huevos se encuentra la mayoría de los comercios que aún se mantienen abiertos. Estos últimos están con los anaqueles vacíos y ausencia de personal obrero. El país se encuentra totalmente asfixiado, con restricciones para todo. La única alternativa que encuentran miles de venezolanos es iniciar un peregrinaje en busca de un porvenir lejos de la tierra que los vio crecer.

No es nuevo decir que nuestro país vive un cerco comunicacional y enterarse de lo que está pasando con nuestros hermanos desplazados fuera de nuestras fronteras es muy difícil. Son pocos los medios independientes que difunden esta cruda realidad, mientras que los del régimen solo muestran un circo protagonizado por payasos hipócritas que se fueron al exterior a cumplir su papel de víctimas, para grabar escenas de xenofobia y después regresar en vuelos del Estado diciendo que no hay nadie mejor que Nicolás Maduro. Por suerte, para quienes habitamos cerca de la frontera aún podemos sintonizar canales de televisión colombianos. La realidad de nuestros compatriotas es peor de lo que imaginábamos.

Desde que inician este largo peregrinaje en Cúcuta, muchos con destino a Bogotá, los “caminantes venezolanos” –así los llaman en las noticias– se enfrentan a cientos de kilómetros de carretera, pasando por páramos a bajas temperaturas, luchando contra el frío, el cansancio y el hambre. Muchas historias documentan los reporteros de varios medios, pero una en especial me conmovió más de lo previsto. Se trataba de un niño que con tan solo 12 años de edad realizaba esta travesía junto con su familia, huyendo del hambre. Entre lágrimas relataba lo duro que para él, a su corta edad, era vivir en un país gobernado por comunistas. Pero a pesar de lo que estaba viviendo, a José Lugo –ese es su nombre– se le notaba esperanza y optimismo.

Cada venezolano que ha sido obligado a huir cuenta una historia distinta; sin embargo, todos coinciden en una misma realidad: no hay en Venezuela oportunidades con esta actual tiranía. Tantos relatos han logrado concientizar a la comunidad internacional a tal grado que después de exigir pasaporte, ahora los países de Latinoamérica llegaron a un acuerdo de recibir a nuestros hermanos desplazados con su cédula de identidad. Con esto vemos quiénes son nuestros verdaderos aliados, quiénes de verdad entienden y exigen un cambio de gobierno en nuestro país.

Ahora bien, ¿qué nos queda a quienes aún vivimos en Venezuela? Unión, de nada sirve seguir remando contracorriente si lo hacemos solos. Claro que Venezuela necesita una nueva clase política, pero depende de todos los factores el cambio de nuestro país. Después de todo vendrá la reconstrucción y la democracia, ahora solo debemos trazar una meta y lograrla. Regresar es el sueño de muchos venezolanos, sé que junto con ellos construiremos el mejor país del mundo.

Hermanos, no podemos exigir cambio si no lo hacemos nosotros mismos. Reflexionemos y luchemos por lo que deseamos.


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