La dictadura socialista se fraguó con un golpe que no ha cesado y que le ha permitido permanecer en el poder durante un lapso que equivale a un tercio de lo que lleva la dictadura cubana. Este tiempo ha bastado para convertir 1 trillón de dólares en tragedia humana y en el mayor éxodo que ha conocido la región. Es difícil imaginar a un enemigo que se ensañe contra un pueblo de esta manera, al que, además, han convertido en colonia cubana.

Hace poco, en ese país, culminó el XXIV Foro de Sao Paulo con las consabidas arengas y consignas que desafortunadamente muchos demócratas, sin pretenderlo, ayudan a propagar. Fingiendo humanidad, área en la que ostentan un indiscutible liderazgo, pasaron por alto el pequeño detalle de la terrible situación en Venezuela y Nicaragua y la inocultable e inmensa estampida desde ambos países.

Uno de los eslóganes publicitarios más machacados por esa dictadura es la del “bloqueo”, que consistió en el embargo de un solo país y, por tanto, a la isla le quedaban más de un centenar con los que negociar. En realidad, el único y verdadero bloqueo en ese país es el que el modelo socialista ha impuesto a la empresa privada y al mercado. Endosar la culpa a Estados Unidos genera muchas adhesiones gracias al antinorteamericanismo que, como apunta J. F. Revel, se ha sembrado con fuerza en Europa y Latinoamérica. Una victoria póstuma y trágica del legado castrista.

El representante de la FAO en Cuba y antes en Venezuela, quien había dicho que el modelo de alimentación venezolano era un ejemplo y merecía un reconocimiento internacional (cinismo no, lo siguiente), pese a que todas las evidencias indicaban lo contrario, acusa hoy al bloqueo, de quién más sino de Estados Unidos, de los problemas de escasez y racionamiento en la isla. No ha entendido que las dictaduras en general y las socialistas en particular crean hambre, asunto que las democracias resuelven con gran facilidad, como afirma Amartya Sen.

Hambre y escasez que no fue mayor gracias a que recibió ayuda de la URSS hasta principios de la década de los noventa, cuando se acaba la manutención. Se inicia entonces el “período especial”, que no ha terminado a pesar de contar ahora con el petróleo y los recursos de Venezuela. Es la etapa de “la escasez y la pésima calidad de lo poco que había”. Esta realidad se plasma en las imágenes de la fotógrafa norteamericana Tiva Gioanni, cuyas palabras “todo el mundo espera en colas para conseguir nada” se aplican a la Venezuela de hoy. Igual que en aquel país, los apagones se prolongan durante decenas de horas, las calles permanecen vacías, las fábricas cerradas, envejece el parque automotor, desaparece el transporte público, las cáscaras de toronja se convierten en bistecs y el éxodo es masivo. Aunque las cifras discrepan, se calcula que cerca de 40.000 cubanos huyeron del régimen de la isla y del venezolano ya van cerca de 4 millones.

Otro rasgo común a estos dos regímenes es la descalificación y descrédito de sus diásporas. El régimen cubano, despectivamente, calificó a la suya como “gusanos” y “miameros”. De este último término se valen algunos demócratas venezolanos para descalificar posiciones políticas con las que están en desacuerdo. Al universalizar los términos, los demócratas cedemos terreno al régimen y nos sumamos a su discurso. Esto ha ocurrido también con expresiones vacías como “escuálidos” o “cuarta república”.

El uso de estas calificaciones despectivas impide comprender que las diásporas, igual que los ciudadanos de cualquier país, son diversas, plurales, con criterios políticos diferentes, que enfrentan realidades muy disímiles y tienen perfiles variados (emprendedores, empleados, jubilados, estudiantes, perseguidos políticos, “saqueadores”). Por ello, empaquetar una posición con un término cargado de este tipo de significado no solo refuerza a la “dictadura hereditaria” cubana sino que, además, carece de utilidad explicativa.

Frente al fenómeno de la diáspora, el régimen venezolano “no da pie con bola” y las declaraciones de sus voceros indican que están “más enredados que un kilo de estopa”. El presidente se refiere a la diáspora, en un acto digno de un premio al mejor fingimiento de humanidad, como “lavapocetas” por “cuyo futuro está sumamente preocupado”, para desdecirse al instante afirmando que quienes se van llevan consigo muchos dólares. Hay quienes hablan del fenómeno como un “robo de cerebros”, otros lo atribuyen a la derecha galáctica o, en un insólito acto de negación de lo obvio, dicen que se trata de un hecho virtual o simplemente niegan su existencia.

Pero, como su sino es la mentira, mientras despotrican de la diáspora, están creando los mecanismos para hacerse con las divisas que esta envía a familiares y amigos. En el caso de Venezuela, después de haber dilapidado un extraordinario volumen de recursos, copian una vez más el modelo cubano apropiándose de las remesas en especies y en efectivo.

A diferencia de Polonia, China y Cuba, las libretas de racionamiento en Venezuela están digitalizadas y diversificadas. Los beneficiarios saben, como afirmaba un cubano, que “con la libreta o el carnet nadie vive y sin él nadie podría vivir”. Otra forma más terrenal de decirlo es “vivir del carnet de la patria es morir de hambre”. En eso de producir hambre y racionamiento el socialismo lleva una innegable, indiscutible e inmensa ventaja.

Para poder encubrir la escasez y desesperados porque las reservas internacionales están en el subsuelo, necesitan los recursos que provienen de las remesas. Son mentirosos pero no tontos. Saben que estas cubren las necesidades de un número indeterminado de familiares y amigos en el país. Lo más probable es que se valgan de las estimaciones que ha hecho el régimen cubano, que cifra en aproximadamente 1.000 dólares el envío anual de cada miembro de la diáspora, y es bastante probable que al igual que en ese país en Venezuela su administración corresponda a las FF AA.

Ya han adoptado varias medidas en esa dirección, la primera de las cuales fue la devaluación de la moneda. De inmediato comenzaron a hablar de la tasa de cambio del “dólar remesa” y cerraron la posibilidad de hacer transferencias desde el exterior a quienes poseen cuentas en el país, medida con la que afectaron a quienes hacen pagos periódicos a asociaciones, universidades, empresas de seguros, cementerios, etc. Sin embargo, en el ambiente de hiperinflación y con el resto de las variables económicas fuera de control, resultará imposible mantener esa tasa de cambio, como de hecho está ocurriendo.

El régimen está inhabilitado para relacionarse con la diáspora, por lo que sus verdaderos interlocutores son sus familiares y amigos, las instituciones democráticas que resisten los embates del totalitarismo, los gremios empresariales y profesionales, los partidos políticos democráticos y la mayoría demócrata de la Asamblea Nacional legítima. La diáspora está creando una nueva geografía nacional que le imprime al ejercicio de la política un carácter global, desde el que ha hecho frente a los compinches del régimen en el mundo a lo largo de estos casi 20 años.

Así como la estrategia del régimen ha sido global, la de los demócratas no puede circunscribirse al ámbito nacional, ya que ello sería claudicar. Ciertamente, este escenario requiere de una nueva visión y de renovados grados de articulación política. Hay que alzar la voz contra quienes guardan silencio ante la tragedia humana y agradecer a quienes defienden la democracia, denuncian lo que ocurre en el país y quieren reeditar el cordón profiláctico y el aislamiento de las dictaduras en la región.

La diáspora ha defendido en todo el mundo las organizaciones que, como la Asamblea Nacional, constituyen un poder legítimo que nació de la voluntad popular, independientemente de que los poderes ilegítimos del país la hayan asfixiado hasta imposibilitar el ejercicio de sus funciones. No queremos pensar que haya personas que pongan en entredicho el hecho de que un importante número de nuestros parlamentarios ha realizado esfuerzos indecibles para defender la democracia.


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