La enorme abstención en las elecciones municipales del domingo es un signo inequívoco del enorme rechazo que tiene el régimen en la población. Parece mentira, pero el ciudadano común está mucho más claro que algunos de los que pretenden dirigirlo desde la oposición. Siguen aferrados a la prédica de la salida “pacífica y electoral” cuando no hay condiciones para lo uno ni lo otro.

Para quienes creemos que la decisión del pueblo es sagrada queda claro que en esta oportunidad se manifestó, una vez más, en sentido contrario a la convocatoria realizada por el Consejo Nacional Electoral por instrucciones superiores, bajo la atenta mirada de la asamblea constituyente, ilegítima y antidemocrática. Fue un acto de protesta masiva, de rebeldía y rebelión. Acaso ¿eso no cuenta? Debemos verlo y analizarlo desde esa perspectiva, pero pasando a la acción decidida para poner punto final a este régimen que desmorona integralmente a la nación.

El país no sale de la indignación recientemente originada por la visita del presidente de Turquía y el apresurado viaje a Rusia, sin contar con los sucesos originados por la presencia de Maduro en México. Todo en la búsqueda del apoyo político y financiero que necesita para sobre vivir luego de haber dilapidado todo. El mundo está atento. Cada día es más evidente la conexión del régimen con las estructuras del crimen organizado. Los tentáculos del narcoterrorismo y cuanto sucede en Guayana y Amazonas. La inseguridad creciente de personas y bienes en todo el territorio generan esta extraña sensación de indignación, rabia y expectativa para soluciones inmediatas.

Aún estamos afectados por la muerte de los dos valiosos peloteros de los Cardenales de Lara, pero esto está sucediendo a diario en cualquier camino de Venezuela. Se especula si se trata de bandas armadas dedicadas a este tipo de delitos, con o sin el amparo del gobierno, aunque todo el mundo piensa que están debidamente protegidos o, al menos, no son molestados por los cuerpos de seguridad.

Pudiéramos continuar señalando casos y circunstancias que compiten por su gravedad, pero quiero dedicar unas líneas a la memoria de tres amigos recientemente fallecidos. Uno es el ex presidente de Colombia, Belisario Betancourt. A pesar de la diferencia de edad nos conocimos hace muchos años y, aunque a la distancia, el afecto y la relación humana en todas las circunstancias nos permitió mantener una relación estable más allá de las diferencias circunstanciales de algunos momentos complicados.

Otro ha sido Héctor Soucy, viejo amigo. Desde hace rato nos estaban haciendo falta tanto sus acciones culinarias como la presencia física. Finalmente, unas breves palabras para el recuerdo de Guido Gómez, compañero de estudios y de vida de Fernando, mi hermano. Amigo entrañable.

Para todos ellos nuestros mejores deseos y la certeza de que como hombres de bien estarán bien en la eternidad.

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