La primera reflexión que habría que hacer sobre la fuerte ofensiva desplegada por el gobierno contra la disidencia es que demostró nuestra vulnerabilidad e impotencia ante acciones decididas y preparadas concienzudamente. El gobierno, sus organizaciones y asesores de inteligencia, llevan décadas formulando planes e hipótesis sobre cómo subyugar a la nación para imponer la dictadura comunista. De esta forma, el régimen ha concentrado su atención en atacar los puntos débiles y más emblemáticos del entramado social e institucional venezolano, utilizando metodologías sofisticadas y de eficiencia comprobada ante diversas situaciones. Por eso persigue, acosa y quiere destruir a la Asamblea Nacional y a sus diputados. Por eso amedrenta y sanciona a los periodistas y medios de comunicación no alineados. Por eso radicaliza la hegemonía y establece una institucionalidad paralela. Por eso estrangula y desmantela a la propiedad privada. Por eso persigue y reprime al movimiento sindical. Por eso ataca a la universidad, a la Iglesia católica y, en general, a todos los opositores.

El régimen se ha centrado en prepararse para el asalto final contra lo que aún perdura del sistema democrático venezolano. A tal efecto, se encuentra inmerso en un plan para cerrar la Asamblea Nacional; más de 30 diputados han sido afectados por las diversas medidas punitivas y perversas que ha venido instrumentando el régimen y el resto de los parlamentarios es objeto de permanente acoso y amenazas, a ellos y a sus familias.

Por otra parte, el régimen ha reactivado, mediante la dotación de recursos financieros, armamento, medios de transporte e impunidad a los ilícitos grupos violentos con los que opera y de los que se sirve para intimidar y agredir a la población disidente y a sus dirigentes. No son casuales los hechos de violencia contra la disidencia que a diario reportan los medios de comunicación, lo que evidencia la plena participación de los grupos irregulares oficialistas auspiciados, financiados y tolerados por el gobierno chavomadurista.

La oposición, por su parte, está completamente inmersa en la organización y participación en los eventos que anuncia el presidente Guaidó, a pesar de que la situación política del país no augura una pronta salida del régimen opresor. El comportamiento reciente de la sociedad civil ante las exhortaciones de Guaidó, pareciera aconsejar que la dirigencia opositora establezca una nueva estrategia de acción frente al régimen opresor. No obstante, es conveniente puntualizar que cándidas actitudes y mala lectura de la dinámica política actual pueden ser muy negativas e inconvenientes para establecer la estrategia adecuada frente a la furiosa escalada de la agresión gubernamental. Asimismo, el concepto de unidad de la oposición tiene que ser ampliado para darle cabida a la opinión de todos los grupos que se enfrentan al régimen. Paradójicamente trágico encontramos que en el ámbito opositor hemos desarrollado todos los medios para protegernos de eventuales agresiones y omisiones de los partidos políticos existentes y ninguna forma de evitar atentados por parte de los grupos violentos y gansteriles que usufructúan ilegalmente el poder y que no piensan en otra cosa que no sea eternizarse en el mismo al costo que sea.

La lección principal que se desprende de los acontecimientos de los últimos tiempos es que no son precisos métodos exóticos y de alta tecnología para producir resultados devastadores sobre el ánimo de la sociedad civil. Basta con hacer correr rumores, agredir, perseguir, encarcelar, reprimir, exiliar y amenazar a objetivos muy bien escogidos para hacer cundir la angustia entre las masas y paralizar las acciones e iniciativas de la mayor parte de las organizaciones sociales opositoras en los centros más importantes del país.

Las consecuencias políticas y psicológicas de la violencia gubernamental no se miden por el número de víctimas que puedan causar, sino por lo perverso del ataque y el obsceno ventajismo del que se vale. Mientras los atacantes tengan el poder y el apoyo del régimen y sus instituciones, el miedo y la sensación de impotencia se intensifican. El efecto buscado por este tipo de acciones gubernamentales consiste en demostrar la vulnerabilidad del objetivo y la permanente vulnerabilidad de los que podrían ser un objetivo la próxima vez. También, demostrar que las defensas pueden ser penetradas utilizando métodos sencillos y que no existe ninguna defensa real contra un ataque del gobierno. La única defensa real y verdadera contra esas acciones es la resistencia seria, continuada y valiente.

Los tiempos que se avecinan estarán signados por la violencia, la intransigencia y la confrontación. En efecto, el aprovechamiento del comportamiento irracional de los grupos irregulares que auspicia el régimen, fundamentado en un discurso de exclusión y odio, es una de las estrategias que ha venido siendo utilizada por el gobierno para amenazar y acorralar a los grupos opositores. Igualmente, la violencia institucional del gobierno de Maduro y sus secuaces al pretender el cierre deliberado de las instancias a las que se podría acudir en demanda de justicia y control a los exabruptos de su gestión. A pesar de los llamados pacifistas de la dirigencia opositora, la violencia que podría desatarse en el seno de los desafectos al gobierno sería un acto de legítima defensa ante el arrinconamiento y las acciones políticas de provocación de las que son objeto.

La sociedad no puede permitir que sean la violencia, la confrontación y la subversión social las únicas salidas políticas que les quedan a la oposición frente a las inaceptables pretensiones del régimen de conculcar los derechos básicos a la vida, la libertad y la dignidad. No se debe tolerar que el gobierno acose a la oposición, por pretender cambiar democráticamente el estado de cosas que vive el país.

Lo que resta del año 2019, será crucial para la suerte de Venezuela no basta con expresar lo que no queremos para nuestro país, debemos luchar con todos los medios disponibles para evitar que se nos imponga el modelo comunista que pretende instaurar el régimen.

La presencia activa y valiente en las calles, es un primer y decisivo paso en pro de nuestra causa. Una masiva concurrencia a los eventos que establezca la dirigencia opositora será un mensaje importante que la oposición unida le dará al gobierno: que nuestra unidad es real y que estamos dispuestos a mantenerla porque entendemos que esa es nuestra mejor opción de triunfo. Nuestro destino, por lo pronto, está en nuestras manos; no bajemos la guardia que el gobierno nos acecha y espera el momento propicio para atacarnos. Podemos ganar, debemos ganar y vamos a hacerlo.


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