Leía en días pasados los tópicos de la agnotología, palabra que no existe en ningún diccionario y que debería figurar, por cuanto se trata del estudio de la ignorancia. Es, pues, lo opuesto a la epistemología que tiene que ver con el estudio del conocimiento. El autor de este interesante tema, el Dr. Robert Proctor, en un curso de historia en la Universidad de Stanford, Estados Unidos, cuando estudiante y frente a la apatía de sus profesores respecto a lo que piensa la gente común, estimó que era necesario estudiar “lo que la gente no sabe, y por qué no lo sabe”. Lo interesante de su enfoque es la concepción de la ignorancia, no como ausencia del conocimiento, sino como un producto “cultivado y manufacturado” por la cultura, las circunstancias y las costumbres.

La Real Academia Española (RAE) define el término “ignorancia” como “la falta de conocimiento” o como “la cualidad del ignorante”, lo que significa se trata de aquel que desconoce algo o carece de conocimientos. Sin embargo, este concepto ha desempeñado un papel fundamental a lo largo de la historia del pensamiento. Cabe significar, algunas concepciones más importantes de la ignorancia lo registra la historia, y como es natural recoge todos los sentidos del término en toda su extensión e intención.

Llamaba la atención en la Grecia clásica cierta noción de la ignorancia sapiente que siempre estuvo presente. En su perspicaz comedia Las nubes, el escritor ateniense Aristófanes alude a este tipo de ignorancia como un rasgo fundamental de la enseñanza socrática. En dicha obra, Fidípides le pregunta a su padre Estrepsíades sobre qué es lo que se puede aprender de personas como Sócrates. Ante la interrogante, el padre contesta: “Toda la sabiduría humana. Tu mismo has de conocer lo ignorante y estúpido que eres”.

Esta concepción sapiente de la ignorancia, se desarrolla en el texto de Platón, Apología de Sócrates, en el cual su autor escribe el supuesto discurso que Sócrates pronunció como defensa en su juicio. En la narración de este episodio, Sócrates declara ser consciente de no ser sabio y, tras preguntar  a las personas que él consideraba sabias como artesanos, políticos o poetas, asegura preferir “no ser sabio en la sabiduría de aquellos ni ignorante en su ignorancia”. Lo que Sócrates descubre es que ninguna persona es sabia, y que el hombre más sabio es aquel que conoce su ignorancia.

Debemos entender que la ignorancia se transmite a través del “marketing” y del rumor con una fluidez mucho mayor que la sabiduría. El profesor Proctor refiere que hoy vivimos en la época dorada de la ignorancia debido a la facilidad e instantaneidad de las comunicaciones, y la ubicuidad de los gestores de la información, por cuanto tienen la capacidad para crear “ignorancia y propagar mentiras” a través de una inagotable variedad de medios, bien sea audiovisuales como impresos.

Visto lo anteriormente señalado, comprendemos claramente la afirmado por el profesor Proctor, pues en nuestro país en los últimos años, el régimen de Maduro tras la conformación de un poder mediático, utiliza todos los medios para desinformar aviesamente y manipular todo lo que a su juicio pudiese hacer mella a la imagen del gobierno totalitario, dictatorial, socialista, marxista y mal llamado bolivariano. De esta manera, se mantiene mal informada o mejor dicho se silencian los yerros, errores, omisiones y acciones que a menudo perpetran, desde el inquilino de Miraflores con preaviso de desalojo, hasta sus acólitos servidores enchufados en el gobierno: ministros, viceministros, presidentes de empresas del Estado, gobernadores, alcaldes y demás personeros del oficialismo tanto en el PSUV, como en la ilícita asamblea constituyente.

Es frecuente escuchar frases incongruentes, más por ignorancia que por otra cosa, a Nicolás Maduro, Iris Varela, Elías Jaua, Vladimir Padrino, Diosdado Cabello, y otros tantos, que generan la repulsa natural por la mediocridad de sus contenidos, en la mayoría de los casos aviesos, mal intencionados, y cargados de un inusual sentido de la lógica elemental. Por los cargos que detentan están llamados a tener cordura, seriedad, responsabilidad y sindéresis en sus actos, y no incitar a la violencia, odio, repulsa, estigmatización y discriminación, por el simple hecho de que las víctimas de sus improperios no comulguen con el bodrio revolucionario que tanto propugnan.

Claro está que se trata de una guerra psicológica en la que operan las mentes de personas que no pueden percibir ciertos aspectos de la realidad venezolana. Es, pues, una manipulación de la percepción bien planificada mediante la articulación de diversas estrategias cognitivas que manipulan los procesos y contenidos del pensamiento y emociones, apelando a los bajos instintos de la población, a la cual pretenden y, si se quiere, logran distraer la atención de los hechos que suceden, para explicar luego los acontecimientos a su manera.

Son claro ejemplo del ejercicio de agnoticismo quienes desde el poder construyen sus propias verdades y las lanzan como promesas en firme, o denuestos e infundios a los adversarios políticos, en este caso a la oposición, Los agnoticistas, sin embargo, están en todas partes y copan las diferentes esferas del quehacer humano, pues la ignorancia es fácilmente asequible, pues mientras está más alejado de la realidad, más cala en la mente desposeída del pensamiento crítico, pues la ignorancia está, además, ligada en buena medida a la desigualdad y pobreza, pero simultáneamente también a la luz del conocimiento y la práctica de la sabiduría, principales antídotos contra la propia ignorancia.

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