Clamé al cielo, y no me oyó. Mas, si sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el cielo, no yo”. Don Juan Tenorio, 1844.  José Zorrilla

Desde los orígenes de la humanidad, los diversos motivos de conflictividad han generado muchos grupos humanos en condiciones errantes. Para la mayoría de ellos no existe un destino predeterminado, basta procurarse vivir en condiciones más seguras en lo particular y lo familiar.

En el año 1951 la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas crea la Oficina del Alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), cuya función es la de investigar, formular proyectos y ejecutar acciones para socorrer, dentro de sus capacidades, a refugiados y desplazados. La diferencia entre esos dos grandes grupos radica en que el primero de ellos se ve obligado a huir de sus propios países; y el segundo, es decir, los desplazados, se moviliza dentro del mismo territorio nacional de donde son originarios. A pesar de ello, tales enfoques no son rígidos, considerando el hecho de que Acnur incluso va más allá de esos criterios y atiende de manera simultánea situaciones que puedan parecerse a la de los refugiados.

Acnur promueve asistencia material, de asilo y protección de los derechos humanos, esforzándose para la obstaculización de devoluciones forzadas a los territorios de origen en conflicto. Adicionalmente, se dedica a la creación de proyectos o programas que garanticen la reintegración exitosa tanto para los migrantes como para sus países de origen, desde el mismo momento en que las condiciones que motivaron las migraciones cesan. De ese modo se procura minimizar las probabilidades de un impacto negativo en el territorio que no pueda estar preparado para un retorno súbito de sus pobladores, refiriéndome específicamente a aspectos como la vivienda, alimentación, trabajo y asistencia médica.

Tanto Acnur como los distintos gobiernos están obligados moralmente, y por la suscripción de acuerdos internacionales sobre la materia, en generar mecanismos suficientes de cooperación para salvaguardar a todos aquellos que son parte de movilizaciones forzadas. Resulta oportuno mencionar que cualquiera pudiera padecer situaciones como estas, pues las causas de las movilizaciones no están limitadas a los conflictos sociales de orden político, económico, bélico o religioso, sino también, por las inesperadas catástrofes naturales. Por lo tanto, es indebido ver tales casos con distanciamiento, como si se tratase de algo muy alejado a nuestra realidad, no solamente porque también estamos expuestos, sino por tratarse de un asunto de humanidad.

@duranzorrilla


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