De María Corina Machado, por lo menos dos cosas importantes deben destacarse. Una, que es una mujer valiente. Otra, que es perseverante. A veces me parece muy acertada en sus planteamientos, en otras ocasiones no. En algunas me luce que se equivoca de frente. Pero siempre se identifica por su valentía y perseverancia. El propio predecesor así lo sostuvo, si no declarativamente, sí con la intuición de no enfrentarla en la recordada sesión de la Asamblea Nacional, en la cual la entonces diputada Machado le puso los puntos sobre las íes.

Su caracterización del régimen que impera en Venezuela es correcta. Y la conducta política que se deriva en consecuencia es consistente. Además, María Corina no se la puede «acomodar» con dádivas o negociados. Ojalá y del grueso de los dirigentes políticos de la «oposición» se pudiera afirmar esto último, pero no se puede. La hegemonía roja ha tratado de embarrar a muchos factores políticos de oposición y ha tenido no poco éxito al respecto. Ya hasta se habla de una “oposición oficialista”. A María Corina Machado no la pueden enredar en esas trapisondas.

Algunos la critican por su individualismo, queriendo significar que le cuesta “trabajar en equipo”. Puede que haya un fondo de verdad en eso. Sin embargo, hay “equipos” en los que no se debe formar parte, aun a costa de variadas e intensas críticas en nombre de la “unidad”. No creo, por lo demás, que María Corina sea reacia a colaborar en las iniciativas unitarias que estén bien encaminadas. Y de hecho ha sido así, muchas veces. Pero también ha habido ocasiones en que los retratos grupales se hacían impresentables. Sin ir muy lejos, la antesala de las pretendidas elecciones presidenciales del 20-M fue un símbolo de simulación, y en eso no se podía participar. En este sentido, la postura asumida por María Corina fue parecida o, más bien, similar a la de la mayoría de los sectores congregados en el ensamble opositor.

Por eso, varios voceros de esa «oposición oficialista» la tienen como enemiga pública número uno. Tanto o más que Maduro y los suyos, que bastante daño le han hecho a ella y a muchos de sus familiares. Lo único que les falta es ponerla presa, y si no lo han hecho es porque han considerado que no les ha convenido. Pero eso puede cambiar y se multiplican las amenazas. Así mismo, no pocos críticos sinceros de la hegemonía también la malquieren o la protestan. Algunos con argumentos y otros, muchos otros, con una antipatía que traspasa las fronteras de la razón. En la lucha política nadie es monedita de oro y eso lo sabe muy bien María Corina.

Cierto que es una figura política que suscita opiniones y actitudes polarizadas. Una especie de todo a favor o todo en contra. No es mi caso, por cierto. Pero aprovecho estas líneas para reiterar mi reconocimiento a la valentía, perseverancia y correcta valoración de la hegemonía roja que tiene María Corina Machado.

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