Años atrás, cuando aún vivía el comandante Chávez, José Vicente Rangel decía que la oposición venezolana vivía en una realidad virtual, queriendo decir que la oposición moraba en un mundo apartado de la realidad, hecho a su antojo por los medios de comunicación, que en su mayoría estaban en manos de la oposición. Chávez se ocupó rápidamente de revertir esa situación mediante el cierre de radioemisoras, periódicos y canales de televisión, la promulgación de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (Ley Mordaza), el empleo preventivo y disciplinario de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, la monopolización de la importación y suministro de papel periódico y la proliferación de “medios alternativos de información”. Así logró la “hegemonía comunicacional” anunciada al país por Andrés Izarra cuando era ministro de Comunicación e Información.

Han pasado los años y el país ha cambiado radicalmente, de una forma que Rangel e Izarra no podían prever. Se ha hundido en un ominoso estado de pobreza, hiperinflación, deterioro, división, intranquilidad, represión, corrupción, escasez, insalubridad y fallas en los servicios públicos (transporte, luz, agua, gas). Los venezolanos venden sus bienes a precios de oportunidad y escapan en masa del país, como quienes huyen de una nave que se hunde irremisiblemente.

En las calles, en el Metro, en las inmensas colas de gente que se forman por doquier (automercados, farmacias, panaderías, bancos, Metro, paradas de buses, despachos públicos, etc.) se percibe con toda crudeza la tragedia, que no hace distinciones de ninguna clase. En todas partes se escucha el clamor de la gente que sufre y expresa su malestar, su ira, su miedo, su inseguridad, su desamparo y su desesperación. Eso nunca había pasado en Venezuela, ni siquiera en los peores momentos de su trajinada y convulsionada historia.

En contraste con esa realidad y bajo el imperio de la “hegemonía comunicacional” nada de ella se ve, se oye o se lee en los medios de comunicación. En ellos solo observamos las caras inconmovibles de las altas figuras del régimen que discursean, bailotean y mienten sin cesar, prometiendo cosas tan inauditas como la “Venezuela potencia” o el “renacimiento económico” mediante la profundización del modelo socialista que nos ha llevado al desastre. Se falsea la realidad mediante una interminable letanía de pautas publicitarias y noticias hechas a la medida, de obligatoria transmisión por radio y televisión con el lema de “por su derecho a recibir una información veraz”. Los medios de comunicación han sido obligados a autocensurarse, con la única excepción del diario El Nacional que no se ha doblegado y lucha por sobrevivir en condiciones cada vez más adversas.

Vivimos una existencia escindida en dos hemisferios contrapuestos: uno real que se elude y se ignora, y otro artificial que se propaga y transmite profusamente, donde nada es como es y las cosas se transforman, como en los espejos mágicos de los cuentos infantiles, despojándose de todo lo feo y deforme que contienen. En ese mundo virtual, los males actuales de los venezolanos son consecuencia de una “guerra económica” impuesta por el “Imperio”, que Nicolás Maduro enfrenta y derrota bajo la égida protectora del comandante eterno, cuyos ojos nos miran por todos lados.

La realidad virtual de José Vicente Rangel nunca ha sido tan evidente como ahora, pero él hoy no se siente incómodo con ella, como sí lo estaba en otro tiempo, en la época de su mocedad, en la mal llamada cuarta república, cuando era un líder valeroso que denunciaba la represión, los presos políticos, la tortura, el abuso de poder, el bipartidismo adeco-copeyano y la corrupción que existía dentro y fuera de las Fuerzas Armadas.


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