En días pasados, acompañado por un grupo de amigos, entre ellos Alfredo Coronil Hartmann, Rafael Huizi Clavier, Antonieta Jurado de Otero y Robert Gilles R., quienes integran con otras personalidades el Consejo de la Resistencia y de la Reconstruccion Nacional, conversábamos con un ilustre venezolano sobre el tema obligatorio de “la unidad de la oposición” y de la “participación electoral” en los próximos comicios regionales. Nuestro ilustre personaje afirmaba que no se podían “perder espacios” y que la “unidad de la oposición” es fundamental.

Sin duda alguna, la razón de ambos argumentos: la unidad de la oposición y la participación electoral, per se, es suficiente argumento como para que ninguno de los contertulios pudiera disentir de la argumentación, “unidad y participación”, porque la semántica de las propias palabras y lo que ambas representan es extremadamente difícil de rebatir. Unidad implica fuerza y participación implica espacios, y si nos vamos a la dialéctica, a pesar de las sutilezas y distinciones ingeniosas que se pudieran argumentar, todas las interpretaciones la hacen elementos básicos para lograr un objetivo, bien sea político como militar, de tal manera que rebatir argumentos tan sólidos y contundentes resulta atentatorio a la razón.

Pero, en el caso de la dramática situación social y política venezolana, esa razón presuntamente irrebatible resulta “la razón de la sinrazón”, y es así, porque hay argumentos lógicos y de sentido común, que cuando se evalúan con otros elementos del escenario nacional, como la dignidad, la ética y los valores del ser humano que están por encima de los dogmas políticos, transforman esa “razón de la sinrazón” en “la sinrazón de la razón”. ¿Por qué?

Estas elecciones regionales de octubre, ficción de la verdad, en las que el fraude sistemático se ha perfeccionado, técnicamente y como objetivo político por ambos actores, para afianzar la legitimidad del CNE, del REP y del propio régimen por ante la comunidad nacional e internacional, y sembrar la duda razonable de que no hay fraude electoral y que no hay dictadura.

Es una mentira de la dirigencia y partidos participacionistas cuando afirman que si bien las condiciones electorales no han mejorado para enfrentar la manipulación electoral, las condiciones políticas sí han variado; que se tiene un universo de más de 80% de la población en contra del régimen y que ello disminuye sustancialmente el fraude electoral. Cometen el grave error de no tomar en consideración que el CNE continúa sin dar explicación al crecimiento del registro electoral en 34% en los últimos años contra 11% de los quinquenios anteriores; hay más de 1,3 millones de personas que aparecen sin dirección; hay decenas de miles de personas que tienen 2 o más cédulas de identidad con seriales diferentes; se ha nacionalizado a cientos de miles de extranjeros sin cumplirse con la normativa correspondiente; no hay explicación de las migraciones masivas de votantes de un municipio a otro; y entre otras, no se han dado las explicaciones del por qué en más de un tercio de los municipios del país hay más votantes que población, tanto así que en los municipios fronterizos los votantes alcanzan 90% de su población, aun cuando esto resulte increíble; y esto es solamente una parte del fraude, pues podemos seguir refiriéndonos al fraude electrónico, al ventajismo de las máquinas captahuellas, al Plan República, a los miembros de mesa en un altísimo porcentaje afectos al gobierno y paremos de contar. Todo esto, corroborado recientemente por la empresa Smartmatic, que mantuvo por parte del gobierno el control técnico de la mayoría de los procesos electorales y de los equipos, y muy especialmente del último, la elección de los integrantes de la asamblea constituyente del 30 de julio pasado, cuando denunció el fraude electoral. Confesión de parte, relevo de pruebas.

Todo lo anterior aunado con elementos subjetivos pero fundamentales a los valores de las personas, como la dignidad y la ética, conociendo la tragedia que embargó al país en estos 4 últimos meses con las luchas en las calles, asesinatos, detenciones y torturas a los participantes en las manifestaciones, además de las numerosas familias que han sido destruidas con ocasión de ello, sumándole que la comunidad internacional, países y organismos multilaterales, han calificado al régimen de dictadura, violador de los derechos humanos, y a la asamblea constituyente como ilegítima e inconstitucional por emanar de unas elecciones amañadas y fraudulentas.

Allí reside “la sinrazón de la razón”, del porqué un grupo de hombres, pasando por encima de intereses partidistas y de líderes con mezquindades, prefiere en cambio mantener sus principios y valores republicanos al señalarle al colectivo que, ejerciendo el voto sin garantías electorales, le está haciendo el juego al gobierno al servirle para legitimar un CNE, un REP y al mismo régimen forajido, y más allá, que al votar se renuncia y se desconocen las luchas pasadas con el drama humana que han dejado; que votar es dejar a un lado los valores fundamentales del hombre, como la dignidad y la libertad. Con la participación electoral terminan reconociendo a una asamblea constituyente espuria y le dan una bofetada a los caídos, presos, torturados y a las familias destruidas y vejadas; al colectivo lo dejan sin motivación de lucha por la desmoralización que ocasiona, y con esta el único ganador es el régimen.

Por lo anterior, en estas elecciones regionales no se puede votar, la abstención tiene que ser activa, con un doble mensaje. No se vota para no legitimar una dictadura comunista, a un CNE, a un REP adulterado y a una asamblea constituyente ilegítima; y el otro efecto, contra los partidos políticos de la oposición y su dirigencia participantes en el circo electoral, para castigarles al rechazarlos con una abstención activa. Puede ser, como son las cosas de la historia, que el cazador sea cazado, es decir, que después del evento electoral todos ellos se den cuenta (dirigentes y votantes) de que se embarcaron en una utopía electoral, que nos acerca cada día más a la tragedia que se nos viene encima: la desaparición del Estado de Derecho y el conflicto interno o externo. Cada elección nos acerca más a un Estado forajido y fallido.

A esta altura es obligante señalar las cosas tal como son, porque también es muy factible que con la desvergüenza de siempre, los perdedores, por su propia incapacidad de aceptar su propia torpeza, quieran endosarle tozudamente su derrota, no al fraude electoral ni a su falta de perspectiva histórica, sino a aquellos hombres y mujeres que manteniendo su integridad y principios no avalaron con su voto el fraude electoral y que con su acción continuaron ratificando la ilegitimidad de un régimen como de sus falsas instituciones.
Esta, “la sinrazón de la razón”, la encontramos, para hacer un poco de historia, en la Italia de la Segunda Guerra Mundial, cuando los italianos aplaudieron a los aliados que ocuparon Roma, pues los romanos sentían que habían estado oprimidos por un régimen fascista, y vieron en los aliados a sus libertadores, aunque los fascistas eran italianos y los vencedores, extranjeros. Paradojas de la historia.

Les he expuesto los fundamentos del porqué la abstención es, en consecuencia, «la razón de esa aparente sinrazón». Concluyo con una expresión de Albert Einstein, que bien se le pudiera aplicar a una gruesa parte de nuestra dirigencia: «Hay dos cosas infinitas… Una, el universo y de ello no estoy muy seguro, y la otra, la estupidez humana”.

Por dónde andará Lucio Quincio Cincinato.


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