Suele comentarse coloquialmente que el venezolano es una persona dicharachera, bromista, tomadora de pelo, que gusta del juego de palabras, a veces de manera irónica para comentar un hecho. Gusta exhibir su histrionismo aún en medio de una incómoda situación, como ocurrió en días pasados con una señora entrada en años, que de manera airada increpó a la cajera de una institución bancaria que le pagó su pensión con billetes de baja denominación: “Tú y Maduro se parecen a Paquita la del Barrio, la mexicana que canta la canción ‘Rata de dos patas”. Expresión que la cajera y los presentes no entendimos; nos quedamos en el limbo, lo cual nos obligó en nuestro hogar a consultar en Internet la aludida interpretación musical, cuya letra damos a conocer en líneas posteriores.
La idiosincrasia es “Rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad”, afirma el DRAE. Proviene del griego idiosyncrasie que se puede traducir como “temperamento individual.” En algún momento el término comenzó a usarse para describir las sociedades. Por ejemplo, los ingleses por elegantes y fríos, los argentinos por arrogantes, los colombianos por recatados. A los venezolanos es fácil describirlos como amables, bonchones, que no necesitan excusa para sonreír. También es de conocimiento popular la facilidad para absorber nuevas modas y luego desecharlas por otras, es comprador por naturaleza, afirman en ve.globedia.com. Son amantes de la paz, de la buena vida y de la libertad. Se afirma que “no tienen idiosincrasia”; como si fuera una decisión tener o no carácter. El venezolano es libre y libertario, pero impuntual, dice Alberto Rial en La variable independiente, cuando afirma que “en Venezuela, el tiempo se percibe como controlable, es decir, como una magnitud que puede estirarse o encogerse según los deseos de cada quien”. Recordar ese carácter permite al ciudadano venezolano diferenciarse, entenderse, recordarse, amarse por lo que es, aceptando lo bueno y lo malo.
La Casa de Estudio de la Historia Lorenzo A. Mendoza Quintero adquirió hace poco tiempo dos obras acerca de la idiosincrasia y la identidad cultural del venezolano. El libro La variable independiente con el cual Alberto Rial intenta a través del estudio de la variable cultural encontrarle sentido a la crisis que vive Venezuela en las últimas décadas. Pretende entender cómo somos, por qué somos y cuánto cuesta al venezolano el sistema de valores. Por su parte, Álbum de familia: conversaciones sobre nuestra identidad cultural de Michelle Roche reúne 15 ensayos, escritos por diferentes investigadores, que aportan su visión para explicar y comprender la situación actual de la cultura en Venezuela.
En todo caso, en dichas obras se enfocan la sencillez, la humildad y la solidaridad, probablemente por haber sido víctimas de estrategias y estratagemas puestas en práctica por quienes, desde el poder que detentan desde hace casi 19 años, alientan y alimentan con discursos agresivos, groseros y torpes, el espíritu de quienes embobados aún siguen creyendo en la panacea que ofrecen populista y demagógicamente los socialistas venezolanos de nuevo cuño. Claro está que las cosas en los últimos tiempos han cambiado y ya no es igual a como era antes, por lo que la fuerza destructiva del mensaje virtualmente casi no sigue haciendo estragos en la mente de quienes aún creen en las bondades (¿) de la revolución socialista del siglo XXI, marxista y mal llamada bolivariana, por cuanto ha logrado disociar a las personas que en muchas ocasiones, como la señora a la que hicimos referencia en la primera parte del presente artículo, reaccionan con ira y agresividad.
Y rabia es lo que siente el venezolano frente a la crisis que le arrebata cada día la capacidad de administrar sus ingresos y su futuro. Y esta situación se está agravando peligrosamente en las familias y en la sociedad. “La tasa de separaciones y conflictos de las parejas ha aumentado 25% en los últimos años”, señala la psiquiatra Rebeca Jiménez, de acuerdo con datos de sus consultas y que considera elevados, al evaluar el impacto negativo que la crisis política, social y de valores –“multifactorial”, como ella la define–genera en sus pacientes, y al mismo tiempo advierte que la rabia, asociada a la frustración, puede conducir a las personas a la violencia. “Cuando se somete a una persona a situaciones de este tipo por períodos prolongados, se acumula la rabia y puede convertirse en violencia y en cualquier enfermedad emocional”, según su opinión.
No cabe duda de que la desesperanza afecta a la mayoría de la población venezolana frustrada por la poca capacidad de tomar decisiones en su vida cotidiana, sumada a la dificultad de satisfacer sus necesidades, le produce estrés por la impotencia de superar sus necesidades y la de su familia. Entendemos las razones para que la gente en determinado momento de su vida asuma una reacción violenta y al mismo tiempo jocosa, como la de la señora en el banco, cuya letra de la canción a la que hizo referencia, y tras consulta en Internet, es la siguiente:
Rata inmunda
animal rastrero
escoria de la vida
adefesio mal hecho
infrahumano
Espectro del infierno
maldita sabandija
cuánto daño me has hecho
infrahumano
Alimaña
culebra ponzoñosa
deshecho de la vida
te odio y te desprecio
Rata de dos patas
te estoy hablando a ti
porque un bicho rastrero
aún siendo el más maldito
comparado contigo
se queda muy chiquito
Maldita sanguijuela
maldita cucaracha
que infectas donde picas
que hieres y que matas
Alimaña
culebra ponzoñosa
deshecho de la vida
te odio y te desprecio
Me estás oyendo inútil
hiena del infierno
cuánto te odio y te desprecio
Henry Bergson, escritor y filósofo, influyó con su obra muchos campos del saber humano, desde la filosofía hasta la psicología. Hace casi cien años escribió su percepción sobre el humor, el cual sigue vigente, pues a su entender lo que ocurre en determinados momentos puede ser enfocado para los políticos bajo la lupa del humor. Para Bergson, es necesario apartarse de lo emocional para podernos reír, incluso para burlarnos de la tragedia o de alguien a quien queremos fustigar. Entendido de esta manera, comprendemos que el destinatario del mensaje de la señora, recibió su dosis de “agradecimiento” por los favores recibidos.
@_toquedediana