Es evidente que la coyuntura que afrontamos resulta de la imposición de un modelo de narco-socialismo totalitario. Evento que, como todo suceso histórico, tiene unas raíces o fundamentos.

Cuando en la Alemania de Goethe, Wagner y Nietzsche se instaló el fascismo, nadie se hubiese atrevido a decir que ese trance se explicaba por sí mismo. J. M. Keynes presentía que ese giro de la sociedad alemana podría ocurrir dado los altos costos que impusieron los países vencedores de la Primera Guerra Mundial a la derrotada Alemania. La prédica de Keynes se basaba en la tesis de que era mejor para el mundo que Alemania se reconstruyera –como ellos solo saben hacerlo– antes que condenarla a pagar una deuda que le imposibilitaría salir de las ruinas y conflictividad. Los resultados se han visto, es posible que los partidarios de condenar a Alemania privilegiaran una posición ética, “si causaron una guerra costosísima que paguen”. Hoy podemos ver las consecuencias, Hitler llego al poder. Es probable que si Keynes se hubiese impuesto la humanidad no hubiese afrontado la Segunda Guerra Mundial y 62 millones de muertos.

Aquí entre nosotros, este “pequeño género humano”, como nos calificaba Bolívar, vale preguntarse por qué llegó y se instaló ese terrible paquete del “narco-socialismo totalitario”. Cómo pudo avanzar esa macabra propuesta de destruir la democracia, la libertad, anular la responsabilidad individual y tratar de imponer un socialismo mil veces derrotado, culpable de los más grandes genocidios que conoce la humanidad. Como dice Jean Francois Revel, superior en su capacidad destructiva al fascismo hitleriano, solo a Stalin le achacan más de 10 millones de muertos durante sus 30 años de terrorismo.

La hipótesis que hemos trabajado durante años plantea que el modelo de sociedad Venezuela nace de la imposición de un contrato social que convertía al Estado en el amo, dueño y distribuidor de nuestras riquezas. Este contrato fue acordado desde el inicio de nuestra democracia. El transcurso histórico operó en sentido negativo contra la libertad. El Poder Ejecutivo central, receptor y distribuidor de la riqueza petrolera, subordinó al resto de los poderes, se corrompió y pavimentó el camino para no tener jueces, fiscales ni contrapoderes.

En 1999 Chávez recibió el regalo de una sociedad con el poder concentrado en el Ejecutivo, del cual era el dueño absoluto. Con la tutoría política de los hermanos Castro, capitaneó el tercer acto de esta tragedia, girar el timón hacia el socialismo, el mar de la felicidad. Allí comenzó Chávez a cavar la destrucción de Venezuela y de su naciente democracia.

En Venezuela imponer el socialismo conlleva manejar grandes riquezas, un desafío insuperable e inviable. La historia reciente sobre esta controversia no se ha escrito, la corrupción, sumisión de las fuerzas armadas ante los Castro y la pudrición de las instituciones, paradigmáticamente el TSJ y el CNE. Venció la codicia, el ansia de poder como ha ocurrido en casi todas las sociedades sometidas a disyuntivas de esta naturaleza. Gobernar Venezuela desde 1999 ha sido destruir, acabar con el poder del ciudadano, demoler empresas, robar el derecho de elegir, la propiedad y la libertad de conciencia.

Sin embargo, y a pesar del control político y la represión ejercida, los venezolanos no han sido vencidos. El rechazo al socialismo es casi total, aunque no tengamos claro el camino para expulsarlo. Urden estrategias para dividir, simplemente porque en el socialismo no hay redención, nunca ha existido en sus experiencias históricas. Es imprescindible reconocer que el narco-socialismo totalitario no cayó en paracaídas. Construir un Estado frente al cual el ciudadano es una hormiga y las instituciones fantasmas fue una decisión política.

Es inaplazable definir una estrategia que conecte con la conciencia de venezolanos que nunca han sido libres, que rechazan el narco-comunismo. En este conflicto nos movemos, son las raíces del problema y a la vez la gran esperanza. No tengamos temor de evaluar con humildad las causas de este acontecer, su significado y sobre todo la profundidad de la huella grabada en nuestras conciencias, hay que encontrar la ruta para unir a un país que aspira tenazmente a la libertad.

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