Se aliaron a los Castro, montaron las guerrillas, precedieron a Chávez y le alfombraron su acceso al poder montando el Caracazo y tumbando a CAP. Respaldaron con sus chiriperos el asalto al poder por la vía electoral. Se escandalizaron el 11 de abril e impidieron la liberación de la sociedad civil optando por prohijar la catástrofe. Se asomaron luego en la Coordinadora Democrática para traicionar el revocatorio y servir a la entronización del caudillo. Es la quinta columna que viene traicionando a LA SALIDA desde 2014 promocionando el diálogo. Esa quinta columna que hoy nos traiciona rebobinando la historia y participando en unas elecciones perfectamente consciente de que son un simulacro para afianzar la tiranía. Han infiltrado hasta el tuétano a los principales partidos venezolanos. Y sirven con sus 2.000 generales a las fuerzas de ocupación cubanas.

Así lo define María Moliner en su gran Diccionario de uso del español: “Quinta columna: expresión surgida en la última guerra civil española, para designar al conjunto de personas que en la retaguardia de uno de los beligerantes ayudan en cualquier forma al enemigo. La aplicó por primera vez un general del campo ‘nacional’ cuando, al hablar de las cuatro columnas que dirigía contra una plaza enemiga, se refirió a que contaba con una ‘quinta columna’ dentro de la misma plaza”. Lo vincula al verbo emboscar y dice: “Emboscar: poner gente oculta en un sitio para una operación militar o para atacar a alguien”. En Venezuela ni siquiera se emboscan: traicionan a plena luz del día. Con el respaldo de los estados mayores. Se los encuentra en todos los campos de la actividad pública, de los ejércitos a los partidos y de las academias a las empresas.

No cabe hoy por hoy otra denominación a quienes, desembozadamente y sin el menor escrúpulo, emboscan desde las filas de los partidos de la MUD, sus comunicadores y palafreneros mediáticos sirviendo de comparsa electoral al castrocomunismo chavomadurista. Hoy proponen que votemos por Henri Falcón. Como si no fuera el arcano, el simulacro, la última estratagema del chavismo, al que el candidato siempre sirviera. La movida perfecta de la quinta columna de la dictadura. Acusando a quienes nos negamos a plegarnos a la farsa electoral de servir a Maduro. A quien sirven ya sin disimulos. “Quien se abstiene vota por Maduro”.

Basta hurgar en sus orígenes para descubrir la prosapia quintacolumnista de los personajes que hoy sirven al simulacro electoral: el candidato fue militar, fue golpista, fue chavista de la más cercana e íntima confianza del comandante felón, y sigue la saga de otro experto en simulacros de guerra y quintacolumnismo, que también se prestara al simulacro presidencial, Francisco Arias Cárdenas. Luego de una pasantía por el gobierno de Rafael Caldera, invitado al ruedo por Teodoro Petkoff, uno de sus ministros. Quintacolumnismo puro y duro.

Es la esencia del comportamiento estratégico que ha definido al chavismo desde sus mismos orígenes: el enmascaramiento, la conspiración y la traición. Y la corrupción y su enriquecimiento como suprema arma de dominio, siguiendo el ejemplo de Hitler y Mussolini. Nacer para conspirar y asaltar el poder. Buscando establecer en Venezuela la tiranía castrocomunista que Fidel Castro no pudo imponernos por las armas. Someternos mediante la guerra sucia y desconcertarnos mediante el fraude, la estafa, el embrollo y el engaño. Véanse los diálogos, una sutil manera orquestada de consuno con Rodríguez Zapatero para arrastrar y meter a las huestes democráticas en la trampa jaula de la tiranía. Hicieron escuela: hoy las FARC comienzan a aplicarla milimétricamente para apoderarse de Colombia.

Es la esencia de la encarnizada enemistad política que sufrimos, incapaces de responder con la misma intensidad, la misma voluntad, la misma decisión y firmeza. Aupado el chavismo castrocomunista en su momento por esa izquierda quintacolumnista que jamás se jugó con honor e hidalguía por la democracia y no hizo otra cosa que menoscabarla, despreciarla y hundirla. Aprovechándose de sus becas Gran Mariscal de Ayacucho para prepararse y volver a conspirar contra el sistema. Y saliendo de su aldeana miseria gracias a las fuerzas armadas para dinamitarlas por dentro y fracturar el Estado de Derecho. Así se rasgaran luego las vestiduras y se retiraran a sus cuarteles de invierno hundidos por el peso de su doble moral. Fueron chavistas quienes lo auparon y sirvieron de palafreneros. Fueron chavistas sus periodistas y respaldos mediáticos. Fueron chavistas quienes prefirieron a Chávez que a Carmona Estanga. Es la tragedia que signa el hundimiento de la democracia venezolana, pues ha infiltrado a todos sus sectores políticos. Pululan los quintacolumnistas por los pasillos de los partidos supuestamente “opositores”. Controlan los medios impresos, radiales y televisivos. Y reclaman indignados contra las sanciones y las amenazas intervencionistas de Donald Trump. Disfrazados de no ser ni proyanquis ni procubanos. Mientras se dan golpes de pecho. No vayan a hacerle el juego “a la derecha”. Que es tanto o más izquierdista que la propia izquierda.

Venezuela no se salvará de esta tragedia mientras esa quinta columna domine los espacios opositores. Constituyen el gran obstáculo.


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