Venezuela está sumida no solo en una catástrofe humanitaria, sino en una catástrofe de corrupción. Dos dimensiones, por cierto, de una misma tragedia, que es el prolongado dominio de la hegemonía despótica, depredadora y envilecida que está destruyendo al país.

El torrente de denuncias, acusaciones y destapes en materia de megacorrupción en los más poderosos círculos de la hegemonía roja, no es nuevo. Pero sí lo es que dicho torrente esté desembocando en una multitud de procesos judiciales –todos en el exterior, desde luego– en el que detienen, enjuician y condenan a los megacorruptos.

Un factor los vincula a todos: su cercanía política y hasta familiar con el señor Chávez y su sucesor, el señor Maduro. ¡Nada menos! Es posible, e incluso probable, que algún personaje importante de estos regímenes no se haya enriquecido. Pero lo que es casi imposible y harto improbable, es que no supieran lo que estaba pasando con la mega-corrupción amparada desde Miraflores.

Al fin y al cabo se trataba de hechos públicos, notorios y comunicacionales, así los protegiera la impunidad bolivarista. En este sentido, como que no se salva nadie en esos ámbitos de la llamada “revolución”.

Pero más allá de esas fronteras políticas, la catástrofe de corrupción también tiene como beneficiarios directos e indirectos, a muchas figuras políticas, económicas y hasta comunicacionales, que más bien se presentaban como de oposición. En realidad todo esto forma parte de un entramado de alcances, al parecer, ilimitados, que a su vez configuran la boliplutocracia, acaso el producto más notorio de la hegemonía roja.

Y esa boliplutocracia es rojo rojita, desde luego, pero también tiene otros colores. Es policromática. Por todo ello, es que la credibilidad de gran parte de los voceros de la oposición política de Venezuela, está en el subsuelo. Es lamentable, pero inevitable, de terminarse de comprobar las onerosas vinculaciones con el entramado de corrupción.

¿Y quién se salva?, se pregunta mucha gente. Bueno, habrá que hacer un análisis objetivo para determinar la justa respuesta. Me temo que no serán mayoría los que se salven, sino todo lo contrario. Y hay personas consideradas correctas en el manejo de la cosa pública, que están siendo objeto de denuncias de alto calibre en esa misma materia.

Venezuela merece un camino mejor y, por supuesto, caminantes que no la hundan en la catástrofe de la corrupción sino que luchen sin descanso para superar tantos desmanes.

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