Hace solo quince días nadie se hacia la pregunta de quién era Juan Guaidó, tal vez por estar nuestra pobre patria al sometimiento de una mordaza informativa que ha intentado, como lo dicen todos y cada uno de los representantes de los medios de comunicación que han perdido su presencia en Venezuela, o tal vez por ser una genuina generación de relevo que llega después de veinte tristes años a la primera fila de la batalla política que inició la cleptocracia chavista/madurista ya hace dos décadas.

Juan Guaidó es en el siglo XXI lo que fue Juan Bimba en el siglo XX, la representación del pueblo, el venezolano de a pie, ese que nunca supo lo que quería decir “está barato, dame dos”, ese venezolano que se indignó cuando le robaron señal y equipos a Radio Caracas, ese venezolano que aprendió a seguir estadísticas de la morgue para ver cómo se desaparecía su seguridad personal, ese venezolano que lejos de sentir a una patria soberana y rica como fue la de los años cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta, ochenta y noventa, hasta que llegara la cleptocracia del chavismo/madurismo que fue irreductible en el propósito de destruir el alma orgullosa de nuestro Juan, el Bimba y el Guaidó.

Afortunadamente este Juan es un hombre nuevo, no un producto del embrutecimiento característico de la inducción cuartelarIa; este Juan responde a las generaciones que fundamentaron su formación en espíritu democrático, de pensamiento crítico, de valores y principios republicanos que no evadieron su mandato generacional; no preguntaron qué le podían exprimir a la nación sino qué le podían aportar a la patria.

Hoy ante amenazas y pretendidas descalificaciones de los gerifaltes subalternos de los sátrapas cubanos y súbditos del imperio de los narcotraficantes, guerrilleros, banqueros corruptos y la variopinta corte de enchufados que han chupado hasta secar las arcas públicas, encontramos la nueva y esperanzadora figura de un grupo de jóvenes bien preparados, fruto muchos de ellos de buena inversión de fondos públicos destinados a la formación profesional tanto en el país como en el exterior; jóvenes que afirman que, si bien es cierto que se robaron el presente, aún tenemos mucho futuro, y con voluntad y unión lo conseguiremos.

Juan es alguien sencillo, ha podido ser cualquiera, pero a Juan esa señora llamada destino le tocó el hombro y le invitó a caminar con ella y vestirse de patriota.

Juan le ha tomado de la mano y junto con el pueblo del cual él viene, al que él quiere, sin la menor duda que es de aquí y aquí quiere sembrar su sangre, hoy nos enseña el camino, con valentía, determinación e inteligencia.

Ya sabemos la banda presidencial que lleva sobre su pecho, no se la pone pues es innecesaria, su banda es tan legítima y reconocida que todos los países democráticos del mundo la ven y la reconocen. Nunca antes una banda presidencial brilló como la de Juan y así lo reconoce el mundo, pero más importante: así lo siente el alma y corazón de ese otro Juan, ese que fue traicionado, que hoy muere de hambre, sin medicinas, sin seguridad, sin educación y sin futuro. Hoy ese Juan es uno y solo uno con su hermano Guaidó, hemos visto una milagrosa simbiosis, multicolor, amplia y tolerante, generosa y tolerante.

No habrá necesidad de calificar a nadie de escuálido, no tendrán que vestir de ningún color, no serán excluidos, no será exigida más identificación que la cédula de identidad.

Venezuela es y ha sido receptora de todas las razas, religiones y nacionales del mundo. Nunca se ha odiado por esas razones, pero no tolerará la pretensión de ser hermanos soberanos.

Juan Guaidó es nuestro sentir, y como tal tiene y tendrá la fuerza inmortal de las ideas.

Gracias Juan por ser un valiente Juan Bimba y devolvernos el orgullo de ser un venezolano más.


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