I

Después de cubrir dos años la fuente de partidos políticos para El Nuevo País, durante los cuales aprendí a amar las ciencias políticas (aunque no lo crean, había gente con cerebro en aquellas organizaciones, en el Congreso, en otras instancias del Estado democrático que éramos), decidí aceptar una oferta que me hicieron de El Diario de Caracas para trabajar en la sección de Internacionales.

Quedan muy pocos compañeros reporteros que recuerden mi hacer en aquella fuente, cubriendo sesiones del Congreso, o las reuniones del CEN de Acción Democrática o los plantones los domingos en las afueras de la casa de Gonzalo Barrios.

Pero hay uno en especial al que quiero hacer referencia en esta nota, uno que ahora goza la cumbre del poder, uno que con voz engolada se dirigía al país para decirle que Chávez estaba bien, recuperándose, uno que ha disfrutado como casi ningún colega del dinero público.

Ese personaje era apenas un pichón. Aclaro, no es que yo era ya una “veterana”, sino que salí de la UCAB muy temprano y cuando él llegó a hacer pasantías, ya yo estaba de salida hacia mi próxima aventura. Y le dejé una herencia jugosa.

Quizás él no lo recuerde, pero yo ya estaba aburrida de los partidos políticos y quería aprender otras cosas. Por eso, el último día en aquella redacción agarré mi agenda con todos los números de todos los líderes de aquel entonces (del gobierno o de la oposición, que sí había) y se la entregué en sus manos. No estamos hablando de número telefónicos de oficinas, sino de números telefónicos privados, todos los que pudieran tener. Para hacerle fácil el trabajo.

II

Estando en El Diario de Caracas comencé a estudiar para el doctorado en Ciencias Políticas. Mi curiosidad por esta disciplina se acrecentó cuando empecé a trabajar con política exterior, mi real interés en la materia. Aprendí entonces de colonialismo, de imperialismo real, de Bahía de Cochinos y de otras cosas.

Mientras tanto, el periodista en cuestión se iba haciendo nombre, aunque no era del todo desconocido, pues viene de una familia con varias generaciones de buenos reporteros. Sin embargo, en este punto en particular lo que vale la pena mencionar es la herencia de su padre, un luchador sindical incansable al que tanto él como sus hermanos siempre recordaban con orgullo y con razón.

No sé decir cuándo comenzó la colonización del cerebro de este periodista. Si fue en esa época, si le viene de los vínculos de su padre con el Partido Comunista o si es algo que le transmitieron sus hermanos (no es el único que asumió puestos importantes en este desgobierno). Lo cierto es que la semilla cubanistoide se le inoculó en la sesera. En algunas ocasiones lo he escuchado hablar con cierto dejo antillano, me imagino que por pasar tanto tiempo veraneando en Varadero.

Este tipo de colonizaciones es la más peligrosa, porque al final inhibe al ser pensante de cualquier iniciativa; el peor estadio de esta enfermedad en que llegan a pensar y razonar solamente con una motivación: el dinero, porque esa es la verdadera razón de ser del revolucionario cubano. Nadie me puede rebatir esto, lo he visto.

III

¿Cuáles serán las tareas del Instituto Nacional de Descolonización de Venezuela? No creo que haya otra diferente de desviar dinero y presupuesto para los bolsillos de quienes lo administren, esa siempre ha sido la máxima de la robolución bonita y de la revolución de la isla. Por eso los líderes cubanos viven en mansiones y a todo lujo.

¿De quién nos van a descolonizar? Imagino que harán algo para que en la frontera con Colombia no se cobren los bienes y servicios en pesos colombianos, o para que la bandera de Cuba no ondee a diestra y siniestra.

¿El instituto tendrá el remedio para que las empresas chinas no sigan sacando cuentas de cuánto nos van a quitar o para que los rusos no se queden con nuestras riquezas?

¿Quién descolonizará a quienes ya piensan que Cuba es lo mejor, que Fidel es un superhéroe, que el Che es un dios y que Chávez es, en consecuencia, el comandante eterno?

Y a ti, mal llamado colega, ¿quién te descolonizará el cerebro?


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