¿Quién ha degradado a quién o a qué? La no creencia en la alternancia en el poder, uno de los principios de la democracia, bajo la decisión continuista de mantenerse en él, a costa de lo que sea, extrema la situación actual. No solo de Venezuela, como podría creerse, sino lo que está en el debate y es la lucha de este mundo en que vivimos en pleno siglo XXI.

Una serie de individuos, o familias, en países muy importantes que se han de observar con sumo cuidado, se han autoproclamado como ¡insustituibles! Desde Rusia, Bielorrusia, China, Corea del Norte, hasta Nicaragua, Bolivia y, donde hubo un intento fallido de aprobar las reelecciones, en Ecuador y Brasil. Ejemplos hay en Asia, África, América, y son algo clave de evaluar y corregir.

Sostenerse en el poder mediante la permanente violación de los derechos humanos de sus conciudadanos disidentes; manipulando el sistema de elección; manipulando la democracia y maltratando a niños, mujeres, ancianos, enfermos y, en general, a todos los que habitan un territorio; promoviendo el clientelismo del que puede «salvarme con una medicina o alimento, ¡todo ello verifica la ¡negación expresa de la mismísima declaración universal de los derechos del hombre! 

No debería existir duda respecto de la posición que se debería asumir por parte de todos los patriotas en Venezuela, por ejemplo. En un momento tan dilemático como el de Venezuela, exhibir la candidatura de un individuo tan nefasto como Maduro para continuar en la Presidencia de la República y pretender legitimar el circo con un supuesto evento de competencia electoral, señala que los payasos protagonistas de la comparsa están comprados y son claros traidores del pueblo venezolano. Traidores a la causa de la libertad y de la democracia. Ha quedado demostrado, de modo fehaciente, por todo lo que se había venido tejiendo y desde hace varios años, con su máxima expresión en el desempeño de un agente extranjero pro castrista-pro madurista, como lo ha sido Rodriguez Zapatero. Su vergonzoso papel quedó al descubierto cuando abogó por la firma de unas condiciones inaceptables para unas verdaderas elecciones libres.

Para un ex presidente de gobierno, lo único que tendría explicación serían poderosos intereses ajenos a los de la nación venezolana. Este señor, con su papel, se ha degradado a sí mismo y ha degradado a Venezuela, algo que sería inaceptable para su propio país: España.

La realidad de la votación en el Consejo Permanente de la OEA, donde 19 países de América votaron claramente por exigir elecciones libres y respeto a la democracia, han mostrado la comprensión diáfana de lo que ya es inocultable sobre toda la trama de un régimen de delincuentes, que viviendo del latrocinio, de la componenda y de la traición a su propio pueblo, han degradado a Venezuela. 

Maduro, como representante de esa Cuba, más que comunista absolutamente oportunista y monárquica, donde los mandatos vitalicios de los hermanitos Castro han sostenido hasta hoy día intereses foráneos a América, verifican claramente la traición a las elecciones libres y a la alternancia democrática. Encarcelamiento, asesinato de disidentes y juegos de sucesión familiar monárquicos, al estilo norcoreano, marcan lo que absolutamente es innegable por parte de los regímenes del oprobio como el castrista.

Un individuo, que ni siquiera exhibe con orgullo su partida de nacimiento de venezolano, del país que dice regir legítimamente, pretende degradar a oficiales del otrora ejército “forjador de libertades”. Quiere crear la sensación de disolución de un cuerpo de profesionales de las armas, que antes de este descalabro del madurismo tuvo, a pesar de sus fallas y desaciertos de toda organización humana, el reconocimiento muy mayoritario de nuestra nación; con porcentajes de aprobación en consultas diversas de la opinión pública, como institución creíble y confiable.

¿Quién degrada a Venezuela? ¿Oficiales que han expresado su descontento y su decisión de desobedecer a quien ha producido este desastre socioeconómico con el mayor éxodo de la nación venezolana en toda su historia? Una población que se fue huyendo del horror de la inseguridad y el hambre, llevados al abismo por un seudocomandante en jefe, desaprobado claramente por 7 de cada 10 venezolanos, con uno que no se expresa y los 2 restantes que sobreviven entre su cargo público y la vejación de obtener comida vendiendo la conciencia por un obligado “carnet de la patria”.

¡Miserable se tiene que ser para usar el hambre y la necesidad de un pueblo para robar su libertad de decidir! ¡Miserable se tiene que ser para pretender degradar ante el mundo a todo un pueblo, hijo de Miranda, de Bolívar, de Sucre y tantos otros paradigmas del ejército venezolano y de nuestro verdadero gentilicio nacional. 

       

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