.Querido, 

He pensado muchísimo sobre el contenido de esta carta. Tenemos un rato sin escribirnos, por lo que organizar todo lo que quiero decirte y además escoger las palabras para ello, no ha sido una tarea fácil. Sin embargo, me atrevo a hacerte llegar esta versión; la final, esperando que puedas releerla un par de veces. 

Empiezo por comentarte que estoy bien. Estudiando y trabajando un montón, como se supone que debe ser. Los extraño mucho. A ti y a toda la familia. Parte de lo que gano por acá se lo envío a las tías. Tú sabes cómo es. Marcela no puede pagar ni conseguir su tratamiento para el corazón y Claudia necesita ayuda con la fórmula de Ernestico (que en fotos se ve espectacular. Por ahora solo le he visto en videollamadas). Por cierto, si necesitas ayuda con algo, házmelo saber; puedo cancelar el cine de este mes con mi novia. Ella entiende. 

Desde hace cuatro años que me cuesta seguir las noticias de allá. El día se me va entre una cosa y otra. La “corredera”, como decimos nosotros. En la noche cuando llamo para allá, es la familia la que me pone al tanto de la cuestión. Sospecho que me cuentan la mitad, pero no hay mucho que yo pueda hacer al respecto. 

Me llamaron en estos días para contarme todo lo que está sucediendo. Me explicaron que después de todos estos años, ahora sí van a cambiar las cosas. Es un proceso lento, por lo que entiendo, pero positivo. Estoy de nuevo esperanzado e ilusionado. Los voy a volver a ver. 

Te escribo a ti sobre el tema, pues todos ustedes, compañeros de oficio, son parte fundamental del cambio. Todavía recuerdo la última vez que conversamos en la casa: ya entonces (hace un bojote de años) estabas inconforme con todo lo que sucedía. Ese día había fallecido Daniela, la del edificio, a causa de un disparo en una marcha. No olvido tu cara. Compartíamos tantas ideas y divergíamos, como es normal, sobre tantas otras. Lo importante: ambos anhelábamos e idealizábamos la misma Venezuela. 

Esa tierra de cuando crecimos. De la gente sonriente, enfocada en salir adelante con el sudor y las manos. Aquella motivo de orgullo por sus paisajes y nuestros logros, esos compartidos por todos los venezolanos. Del bochinche y la alegría. De la discusión sin odio ni resentimientos. En fin, de esa como aquel 24 de 2005. Sé que tú también te acordarás. 

Por estos días dan un paso al frente todos tus compañeros y compañeras, tan similares a ti. Los honestos, los responsables, los que saben reconocer y aprender. Los valientes. Sé que te voy a ver pronto, en alguna foto, acompañando a nuestra gente y no apuntándole. Sé que David te va a ver a los ojos y volverá a hinchar su pechito de orgullo apreciando tu uniforme, en lugar de mentir sobre tu profesión en el colegio. 

Me emociona tanto como a ti todo lo que está por venir. Me emociona saber que lo logramos y que lo seguiremos logrando. Juntos. 

Te tengo que dejar. Voy saliendo al trabajo y debo aprovechar de leer en el autobús. Te quiero mucho. Te extraño. Te vuelvo a escribir pronto. 

Saludos, mi querido oficial. Cualquiera que seas… 


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