Hay noches en que vuelvo de otras noches

Mario Benedetti

A este lado del Atlántico despedíamos el año 2017 con la emoción del recuerdo de todo lo bueno y lo malo y la ilusión del inicio del nuevo. Es tradicional aquí reunirse en familia frente al reloj de la Puerta del Sol en Madrid a través de un canal de televisión y tomar doce uvas al compás de las doce últimas campanadas del año. Unas horas antes de este día, la sociedad española conocía una noticia de última hora sobre el paradero de la joven madrileña desaparecida hace año y medio, Diana Quer, que podría suponer su vuelta a casa.

En agosto de 2016 Diana se perdía en la noche de su lugar familiar de veraneo durante las fiestas de A Pobra do Caramiñal en Galicia. La desaparición de la joven fue portada de los periódicos gallegos y nacionales a lo largo de semanas y meses. Muchos pensaron que pudo ser raptada la noche del 22 de agosto a partir del conocimiento de los últimos mensajes de WhatsApp de su teléfono celular. De alguna manera se sentía acosada. Era un caso sin resolver. Salvo el presunto secuestrador de la chica, todos queríamos saber qué había sido de ella.

El pasado 25 de diciembre de  2017, el día de Navidad, un intento fallido de robo a una joven gallega en la población de Boiro (cercana a La Coruña) puso a la Guardia Civil tras la pista del sospechoso. La  chica que se resistió trató de ser introducida en el maletero del coche del agresor, pero el forcejeo de ella y la presencia de dos viandantes que acudieron en su ayuda evitaron el secuestro.

La Guardia Civil dio con José Abuín, uno de los habituales de delitos sexuales. Fue detenido e interrogado. Había muchas pruebas contra él y todos los indicios le señalaban como responsable de la desaparición de la joven madrileña. El sospechoso condujo a los guardias civiles a la nave abandonada donde se encontraba el cuerpo, ya cadáver, de Diana. Hubo que esperar horas para confirmar que el ADN del cuerpo encontrado es de Diana Quer.

Muchos ahora se interesan por la crueldad del presunto asesino y se extrañan de su frialdad. Es cierto que hay que tratar de entender el origen de la violencia y el mal. No es posible seguir viviendo en una sociedad que acosa, incomoda, secuestra y mata a las mujeres. Habría que plantearse una asignatura de educación sexual en la escuela. Las mujeres no tendrían por qué tener miedo a salir de noche ni preocuparse por su modo de vestir más que los hombres.

Necesitamos un mundo bien educado. Es preciso aprender a convivir. El primer principio de la convivencia es el respeto. Evitaríamos muchos problemas. Si alguien considera que el principio de respeto es demasiado abstracto, podría apoyarse en el lema «no molestar». Así de sencillo.

La sociedad moderna maneja un sinfín de contradicciones, por un lado, la gente presume mayoritariamente de libertad sexual, igualdad y tolerancia mientras que, por el otro lado, cae en el error de no negar nada, permitir todo y consiente a los críos. La educación no es posible sin renuncia, sacrificio y entrega.


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