Confiado en que en el año 2018 será la consagración de los buenos e imperiosos deseos hasta ahora no alcanzados. Con base en los desaciertos varios para el logro de la “voluntad unitaria” como deseo de urgencia imperativa, no debemos entender esta como un juego de intereses para   imponer satisfacciones de partidos, hasta ahora conglomerados minoritarios de  estimación electoral, con decisiones incongruentes y contradictorias sobre la base  de  propugnar  una estrategia  de “puridad” en la realización de las elecciones presidenciales. El adelanto de candidatos, que sin discusión de méritos, sin confrontación de adhesión no sopesados por la opinión pública,  se entiende como una fórmula no consensuada que nos lleva inexorablemente a caer en el juego, maniqueo, hechura de Nicolás Maduro, para la continuidad de un “diálogo” sin trascendencia de interés para la ciudadanía; argucia pregonada y materializada por este señor para su perpetuación en el poder: “diálogo” cuyas bondades, sin querencia del sector mayoritariamente opositor, han sido justificadas por los oficiantes designados por la MUD, de alcance positivo, dado el hecho de la presencia de los “acompañantes internacionales”: tres por el gobierno y tres por la oposición, los que sin dudar de sus buenas intenciones no pasarán de ser observadores. Evidenciada la mayoría oficial y las condiciones de ventaja del sector gubernamental, sin paridad de votación y sin persona neutral para garantizar decisiones honestas, nos hace sustentar el beneficio de la duda.

Todo lo dicho, entendido como querencia del clamor popular, reclama consecuencia, seriedad, voluntad democrática y desinteresada para el cambio propuesto, hasta ahora frustrado por falta de una estrategia planificada. El Estado tiene la obligación constitucional de “garantizar a toda persona, conforme al principio de la progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos. Su respeto y garantía son obligaciones para los órganos del poder público”.

Con fundamento en que lo dicho es de buen augurio como deber patriótico y, en el supuesto de que para este año 2018 los que  actualmente se encuentran al mando de la dirección opositora, por fuerza de la acción revolucionaria como expresión  dialéctica del sentir del pueblo sin discriminación, con libre determinación de su personalidad, en estado menesteroso, hambriento, sin asistencia alguna de un gobierno infestado por  funcionarios “panzones como producto de  riquezas súbitas” y, por qué no decirlo, sin dirección de conducción opositora como consecuencia de las  incongruencias, resquemores que se suscitan en el laberinto de los que se han atribuido direcciones absolutas sin eficiencia de mando, deben darse cuenta de que los venezolanos, obedientes al legado de nuestros libertadores, piden de manera resuelta a viva voz y con posturas evidentes a través de manifestaciones espontáneas como   querencia  de  “salvación ciudadana” una práctica unitaria que disponga la conformación de una Gran Convergencia Nacional con asiento de la representación de la mayoría opositora del pueblo, con voluntad refrendaria para el cambio del gobierno autoritario ¡harto perjudicial! que preside Nicolás Maduro.

Como colofón de lo expuesto, la dirección opositora, deficiente, con tendencia  a mayor grado de seguirlo siendo, por posiciones no unitarias en lo que se ha llamado la MUD, sin disposición para su corrección de pronunciada deficiencia  de orientación, debe considerar para su oficio la obligación de concebir la moral y la ética como imprescindible para obtener la legitimidad direccional en razón de que la moral y la ética constituyen una idea de corrección que viene implícita en el pensamiento de los que no se sienten dirigidos, por cuanto la política supone en su definición la búsqueda del “bien común”.

No tener conciencia del efecto de destruir la posibilidad de la adherencia de las personas decentes, en estado calamitoso de mengua, es más que un abuso por ser parte constitutiva de la corrupción e incompatible con el sentimiento  unitario desprovisto de subjetivismos necios e insensatos. Feliz año para todos, sin excepción en particular.


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