El problema político fundamental que enfrenta el país en estos días es que el tiempo histórico del chavismo-madurismo ha llegado a su fin. Ahora, después de una larga lucha, los disidentes hemos sido capaces de arbitrar los medios necesarios para concretar esa realidad, la cual se fundamenta en construir, con la fuerza que confiere la unidad, una visión de nuestra sociedad que rompa con los conceptos populistas y el estatismo aberrante.

Con base en su equivocada visión ideológica, el régimen intentó, sin éxito, durante estos largos años que lleva en el poder, establecer variadas e infructuosas reformas que produjeron perversos resultados colaterales que han afectado negativamente a toda la población. El tiempo transcurrido con esa cáfila de inútiles y delincuentes de baja ralea gobernando ha frustrado las expectativas de aquellos que ingenuamente creyeron que el régimen los reivindicaría socialmente de la exclusión y la inequidad y que vivirían mejor. Al hacer un análisis retrospectivo de los recursos de que dispuso y de los escasos logros y realizaciones alcanzados, debemos concluir que el régimen tuvo la mejor de las oportunidades para hacer un buen gobierno, pero la desperdició miserablemente. No entendió su momento histórico: el país no quiere el tiempo pasado, rechaza el modelo de sociedad que nos ha querido imponer en el tiempo presente y solo le interesan viables alternativas hacia el futuro, como la que transitamos en estos difíciles y complejos tiempos.

El país necesita modernizar las estructuras del Estado, hacer eficiente y mejorar la productividad de las actividades económicas públicas y privadas, sanear las instituciones y garantizar a la ciudadanía seguridad y un sistema de justicia y legalidad. Esas son algunas de las metas que el gobierno de transición se ha trazado. Por todo ello, la mayoría de los venezolanos estamos convencidos de que ha llegado el momento en que los sicofantas que han gobernado se vayan. A pesar del pesado y terrible legado que dejarán, tengan la certeza de que al país le irá mejor sin ustedes. No obstante, el gobierno del usurpador, obcecada e irresponsablemente, asume el papel de feroz contendiente, en lugar de abrir, mediante acciones políticas contundentes y veraces, los caminos para el entendimiento y la paz; los cierra a través de un discurso discriminador, altanero y desconsiderado en el cual campean intentos de dominación gubernamental a la sociedad, perversas órdenes de incremento y profundización de la represión, falsedades, descalificaciones y violaciones de las leyes, menos autonomía de acción para los entes públicos y mayor control gubernamental para las actividades privadas. Actualmente, se constata que las instituciones fundamentales de la nación están afectadas al máximo, en su operatividad y credibilidad por el sistemático incumplimiento de las leyes, por la fuerte inherencia presidencial en sus actividades, la rampante corrupción y las equivocadas políticas públicas del régimen.

La incertidumbre y el miedo atenazan e inmovilizan a los servidores del régimen. El creciente rechazo y acciones de aislamiento y sanción para algunos de ellos por parte de la comunidad internacional los atemoriza y preocupa. En la Fuerza Armada hay fuertes vientos de fronda. El desencanto y las frustraciones de los seguidores del régimen cunden a granel. Emerge y crece con fuerza un nuevo liderazgo y una férrea voluntad unitaria en los predios opositores. El régimen se angustia porque sabe que la historia le exige dejar el paso libre a quienes pueden conducir mejor los destinos del país.

La gran mayoría de los venezolanos queremos que en 2019 termine, de una vez por todas, la larga y tenebrosa noche del chavismo-madurismo y para eso nos preparamos concienzudamente, sin dubitaciones ni miedos.


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