Cuando Nicolás Maduro asumió el poder ante un Tribunal de Justica espurio y presidido por un hombre al cual le pagaron sus favores con el cargo, el salario mínimo al cual acceden los pocos venezolanos con trabajo era de 4.500 bolívares de los últimos. Con ello se compran dos kilos de papas y nada más.O menos, porque el kilo está a 2.500 bolívares.

La inflación en 2018 superó1.900.000% por ciento, y obligó a 3 reformas en las cuales se cambió la moneda para tratar de detener lo que deja la mentirosa revolución bolivariana. Pero los cubanos de Raúl Castro, los militares del general Padrino, la corrupción y la violencia generalizada siguen empeñados en desmantelar lo poco que queda de la economía para demostrar el triunfo del socialismo del siglo XXI.
Y en expulsar a los venezolanos de su tierra mediante el hambre para todo aquel que no se pliegue a los mandatos de la tiranía. Por ello han salido más de 3 millones y 5.000 al día se van por las trochas, condenados a vivir como parias, a pedir limosna, a hacer cualquier cosa para conseguir la alimentación y el techo de sus familias.

Ya no son necesarias las masacres. Echar de Venezuela a quienes no estén con ellos es repetir lo que hizo Fidel Castro en Cuba, produciendo una diáspora de millones de cubanos en el exilio. Con ello se evita la presión de seres humanos que piden comida, justicia, trabajo y democracia, y se puede hacer una represión más selectiva para asegurar el miedo que sostiene la dictadura y evitar levantamientos contra sus explotadores.

Por eso no es extraño que los guardaespaldas de Maduro sean cubanos, que las Fuerzas Armadas tengan a miles de cubanos y que se le regalen miles de barriles de petróleo al regimen castrista. Por eso también Venezuela no puede pagar sus deudas, hasta los chinos y los rusos se niegan a prestarle y está produciendo solo1 millón de barriles diarios y llegará a 500.000 barriles este año,300.000 menos que Colombia.
Esa es la razón por la cual Venezuela no tiene credibilidad y a la posesión de Maduro asistieron solo tiranos como los presidentes de Nicaragua, de Irán, de Turquía, de algo que se llama Osetia del Sur que nadie sabe dónde queda, o interesados que reciben dádivas del régimen como el de Bolivia, Surinam, Antigua y Barbuda. Es un país en caida libre, donde la pobreza ha llegado a 85% de su población, mientras en los bancos del mundo reposan miles de millones de dólares que se ha robado el chavismo durante 20 años.

De ahí que la única alternativa sea tumbar el régimen. ¿Cómo? En primer lugar, eso solo lo pueden hacer los venezolanos. Nada de Bolsonaros y mucho menos de guerras con Colombia o de invasiones gringas. Es allá donde está la solución. Y para ello hay que convocar a los militares descontentos, que los hay por miles, y promover la desobediencia civil, superando esa oposición vacilante y comprable que ha hecho posible mantener la dictadura.

Por supuesto, los que estamos afuera debemos apoyarlos con recursos reales y  no solo con palmaditas en la espalda. Además de haber destruido una de las naciones más ricas del continente y de ser foco de inmoralidad, Maduro y sus esbirros son una amenaza que debe tener un final próximo para detener la tragedia humanitaria que producen.

Venezuela es de los venezolanos y está secuestrada. Liberarla de la tiranía y devolvérsela a ellos es una obligación que no admite más demoras.

Cortesía de El País de Cali, Colombia


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