Lo que iba a pasar pasó. Tal vez sea aun demasiado temprano para esbozar los próximos pasos a seguir tanto por la oposición como por el gobierno, aunque, al parecer, este último parece decidido en continuar con su camino suicida, tal vez porque a sus dirigentes no les queda otra opción.

En cuanto a la oposición, en la que decididamente militamos como tropa de a pie, sí nos cabe el derecho de expresar nuestra opinión señalando la decepción no tanto por los resultados –que eran anunciados y previsibles–, sino por la falta de visión para poder mantener la unidad. Ninguno de los “líderes” tuvo la grandeza de ceder –algo o mucho– en sus posiciones en favor de una unidad que definitivamente era indispensable, si no para ganar –porque la trampa estaba cantada–, al menos para dar la impresión de una mayor fortaleza. Con pena fuimos testigos de epítetos de “colaboracionistas” endilgados a quienes optaron por votar o de “talibanes” a quienes se inclinaron por no hacerlo. En las redes observamos los mensajes más insólitos y fantasiosos propagados por quienes utilizan esas modernas tecnologías para desinformar y causar zozobra.

En estos días siguientes al gran fraude presenciamos –sin sorpresa ya– la desvergüenza de la señora Lucena anunciando que se abrirá una investigación por las irregularidades cometidas por el oficialismo al prometer recompensas a cambio de votos y por la existencia de “puntos de propaganda” fuera de los radios establecidos en la ley. Observamos con pena –pero no sin algo de “yo te lo dije”– a la gente de pueblo reclamando el cumplimiento de la entrega de las bolsas y los bonos que se les prometieron a sabiendas de que no se podría cumplir. Mucho se habla de la dignidad del pueblo que según algunos fue mantenida intacta. Lo cierto es que para muchos la única opción era la de hipotecar su dignidad a cambio de la promesa de una caja CLAP. Dramática disyuntiva. Dios tomará nota de las acciones de quienes promovieron que esa opción estuviera sobre la mesa.

La que sí se ha mantenido férreamente al lado de la democracia es la comunidad internacional que en los escasos días transcurridos desde el domingo ya ha anunciado y/o implementado declaraciones, medidas y sanciones que van contribuyendo al aislamiento del régimen. Si de números solamente se trata, en nuestro continente los que desconocen los resultados del 20-M representan el 90% del territorio, la población y el producto bruto interno. La Unión Europea representa veintiocho países que ya han hecho conocer su posición de rechazo a la pantomima electoral. Ningún organismo internacional serio se prestó a acompañar el evento y quienes sí lo hicieron no parecen representar la transparencia electoral ni política. ¡Ratones cuidando queso! También es cierto que grandes potencias, como China y Rusia, afirman reconocer los resultados. Solidaridad de acreedores.

Quien fue proclamado vencedor, Maduro, rápidamente se juramentó ante una tal asamblea nacional constituyente cuya existencia es jurídicamente nula. La Constitución vigente hasta ahora es la de 1999 y ella dispone que la juramentación del presidente debe llevarse a cabo ante la Asamblea Nacional lo cual –naturalmente– fue ignorado. Tampoco se sabe si el período comenzó con la juramentación o si se iniciará a partir de enero cuando constitucionalmente finalice el sexenio en curso. En fin… poco es lo que se sabe y menos lo que se puede pronosticar.

Entretanto Venezuela ha retirado toda o casi toda su posición en el Fondo Monetario Internacional, ha sido declarada morosa por el Banco Interamericano de Desarrollo, no puede recibir créditos del Banco Mundial, Pdvsa está embargada y arrinconada, etc. Las advertencias hechas a quienes quieran embarcarse en auxilios económicos ya han sido expresadas por la Asamblea Nacional que ha invocado reiteradamente las disposiciones constitucionales que le otorgan las competencias para aprobar contrataciones y financiamientos, etc.

Como era de esperar, la atribución de culpas está a la orden del día: las sanciones, la oligarquía, los empresarios, Julio Borges y los demás “traidores” y pare Ud. de contar. Quienes hasta aquí nos trajeron son inocentes víctimas de las acciones malvadas de otros. Nunca de sus propias decisiones y errores.

Así las cosas, cuando la gente nos aborda y pregunta qué va a pasar, quien esto suscribe, que tanto ha opinado y propuesto cosas a lo largo de décadas, no puede sino responder –casi con vergüenza– que poco entiende y menos sabe qué pueda traernos el cercano porvenir. Sí podemos afirmar con certeza que estamos asistiendo a los últimos manotazos de quienes se aferran al poder y que –en nuestra opinión– no tienen otra opción que rectificar dramáticamente el rumbo económico al menos para sobrevivir. Duro es reconocer que si Chávez se hubiera encontrado en esta coyuntura hace rato que hubiese dado el paso táctico hacia atrás, metido vaya a saber qué mentira y apelado a su indiscutible carisma personal e indiscutida autoridad para darle la vuelta a la situación.

NOTA Desde esta columna ofrecemos solidaridad irrestricta a El Nacional (Web) que ahora enfrenta una averiguación por parte de Conatel cuya razón y detalles desconocemos, pero cuyo objetivo, sin duda, es el de amenazar y, si fuera posible, eliminar uno de los últimos espacios de libertad de prensa que aún quedan en el país.


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