Hay pocas actividades humanas que despiertan tantas pasiones como la religión y el deporte. El catolicismo es una de las religiones que más creyentes tiene en el mundo y el fútbol es el deporte con el mayor número de aficionados. El Vaticano lidera el catolicismo y la FIFA –la Federación Internacional de Fútbol Asociación– regenta este deporte. 
Los orígenes, historias y razón de ser de estas dos instituciones no podrían ser más distintas. El Vaticano es un Estado soberano con siglos de existencia, mientras que la FIFA es una organización fundada en Suiza hace 114 años. Sin embargo, a pesar de sus profundas diferencias, también tienen interesantes semejanzas. 

Ambas, por ejemplo, comparten la paradoja de que, siendo instituciones esencialmente europeas, la mayoría de sus seguidores están en los países menos desarrollados. También se parecen en que en ninguna de las dos hay mujeres en posiciones de poder. Actualmente, las figuras más representativas del catolicismo y del fútbol en el mundo son dos hombres argentinos: el papa Francisco y Lionel Messi.  

Estas dos organizaciones administran cantidades ingentes de recursos. Si bien la Santa Sede cuenta con un inmenso patrimonio artístico e inmobiliario, sus principales fuentes de ingresos provienen de sus inversiones, de los alquileres de sus propiedades y de las donaciones de individuos, diócesis y otras instituciones. Los ingresos de la FIFA se derivan de la venta de los derechos de transmisión de sus eventos, la comercialización de productos, la venta de boletos y de sus inversiones. Entre 2015 y 2018 estos ingresos sumaron más de 5.500 millones de dólares. 

Como es bien sabido, en los últimos años tanto el Vaticano como la FIFA han tenido  problemas legales. En mayo de 2015 más de una docena de policías de civil irrumpieron en el Baur au Lac, un lujoso hotel de Zúrich, donde se estaba llevando a cabo la reunión anual de los directivos de la FIFA y arrestaron a siete  de ellos. Unos meses más tarde se repitió la escena. A las 6:00 de la mañana del 3 diciembre de 2015 la policía suiza llegó al Baur au Lac y arrestó a dirigentes de la organización que estaban hospedándose allí.  Si bien los policías que practicaron las detenciones eran suizos, estaban actuando a petición de las autoridades estadounidenses. El FBI venía investigando la corrupción en la FIFA desde hace tres años. El Departamento de Justicia de Estados Unidos acusó a la FIFA de “corrupción desenfrenada, sistémica y arraigada”. Sus directivos recibían pagos ilegales a cambio de  votar a favor de un determinado país que aspiraba a ser la sede del campeonato mundial, o por otorgar derechos de televisión o comercialización. 

A raíz de las iniciativas de la oficina de un fiscal de distrito en Nueva York, del FBI y de otras agencias del gobierno estadounidense, varios de los dirigentes de la FIFA y sus asociaciones regionales fueron extraditados, juzgados y condenados a prisión. La cúpula de la organización fue reemplazada. El escándalo de corrupción llevó a varios otros gobiernos a investigar casos similares en sus países. Interesa destacar que las revelaciones de corrupción en la FIFA no sorprendieron a quienes conocían cómo funcionaba. Era un secreto a voces que muchas de sus decisiones estaban a la venta.  

Lo que sí fue una sorpresa es que quienes enfrentaron la corrupción en la FIFA fueron los fiscales, jueces y policías estadounidenses, un país donde el fútbol aún no tiene la importancia que tiene en otras partes. 

Las vicisitudes legales del Vaticano son conocidas y tienen interesantes parecidos con los de la FIFA, aunque los de esta tienen que ver con sobornos y los de la Iglesia Católica con abuso sexual.  

En ambas hay una larga historia de conductas inaceptables por parte de algunos de sus miembros y una igualmente larga historia de negación del problema, encubrimiento, tolerancia e impunidad. De nuevo, y a pesar de que el catolicismo no es la religión dominante en Estados Unidos, fueron las autoridades de ese país quienes más agresivamente han enfrentado el abuso sexual en la iglesia. Un reciente artículo del Washington Post señala que “la rápida y amplia respuesta de las autoridades civiles [de Estados Unidos] contrasta con el comparativamente gélido ritmo del Vaticano”. La fiscal general del estado de Illinois ha declarado que “la Iglesia Católica ha probado que no se puede vigilar a sí misma. Las autoridades civiles no podemos permitir que la Iglesia oculte las acusaciones del abuso sexual a niños como si fuesen asuntos personales. Son crímenes”. En Estados Unidos, 15 estados han iniciado amplias investigaciones criminales sobre estos abusos sexuales. En cambio, según las estadísticas, en los países europeos donde los católicos son la mayoría de la población, el silencio y la impunidad siguen siendo la norma. Pero esto va a cambiar.

No solo porque la sociedad civil está más activada y empoderada, la información es más accesible y los crímenes más difíciles de esconder, sino porque tanto en el fútbol como en la Iglesia Católica los seguidores son mucho mejores que sus líderes.

Twitter @moisesnaim


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