La locución latina divide et impera (o divide et vinces) que suele atribuirse a Julio César, hace referencia a la maniobra seguida por Roma con las tribus bárbaras, la cual consistía en otorgar privilegio a ciertas ciudades otorgándole la ciudadanía romana a sus ciudadanos y convirtiéndolas en parte del imperio. Esta estrategia terminaba de fragmentar al enemigo y creaba la desunión entre las tribus, con lo cual se mantenía el control del territorio. Este ardid, usado para evitar uniones y crear desconfianza entre los que representan nuestros enemigos, es tan viejo como la política misma. No solo fue usado por los romanos, el imperio británico, los holandeses y los portugueses en sus respectivas conquistas, sino que también lo llevaron a cabo españoles como Hernán Cortés en la Nueva España y Pizarro en el Perú. Por regla general ha sido utilizado por el poder central y gobiernos despóticos o colonialistas, los cuales se han caracterizado siempre por crear disputas entre los pobladores y facciones originarias.

En este mismo sentido, podríamos decir que ha sido un arma recurrida por el régimen desde los tiempos del mismo Chávez. La oposición no ha levantado cabeza durante estas dos décadas, no solo porque sus dirigentes han sido perseguidos y encarcelados reiteradamente, sino también porque siempre se ha tratado de dividirlos incluyendo en sus filas algún elemento que tercia a favor del gobierno, recurriendo a alguna artimaña retórica. Así, cuando el régimen se encuentra contra las cuerdas nunca falta alguien con una idea “genial” que termina dándole oxígeno, como sucede estos días con las mentadas elecciones en las que insisten debe ser candidato NM, porque –dicen falazmente– si realmente somos demócratas debemos dejarlo participar.

Las cosas, sin embargo, han dado un vuelco interesante con el fenómeno Guaidó. El régimen no esperaba que esta misma estratagema fuera utilizada esta vez por parte de los dominados y la oposición que él representa. Y así vemos cómo su discurso insiste una y otra vez en ir horadando y fragmentando los elementos que componen el régimen. Continuamente llama a desertar a militares, miembros de sindicatos, empleados públicos etc., utilizando una estrategia que por años había servido tan bien a los dominadores. Algo parecido a como fue usada– salvando las grandes distancias –por el Libertador en su famoso decreto de guerra a muerte, que, definitivamente, y tal como afirman Mario Briceño Iragorri y Ángel Bernardo Viso, fue un punto de inflexión en la guerra de independencia. Allí, para bien o para mal, se partieron las aguas.

Así, pues, tenemos a dos enemigos utilizando la misma táctica. El gobierno dividiendo a la oposición y la oposición dividendo al gobierno. El que se canse, pierde. E intuyo que, para bien de todos, será el gobierno el que verá ir disminuyendo poco a poco su ejército de adeptos y partidarios.

La mencionada maniobra nos remite igualmente al algoritmo matemático mediante el cual vamos descomponiendo los problemas en sus elementos y resolviéndolos por partes; pero, así como sucede en las matemáticas, la principal desventaja de este método es su lentitud. Lo cual nos dice también que el proceso que ha iniciado de forma tan exitosa el presidente Guaidó, ha de ser irremediablemente largo.


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