Me dejó sorprendido ver a la oposición venezolana deliberando y dividiéndose en torno a la persona del señor Zapatero. Tamaña contradicción, en el medio de tantas situaciones internas e internacionales que deben ser el centro de atención de la Asamblea Nacional, no tiene sentido político. Concentrase en un asesor internacional que fracasó en su intento de facilitar un proceso de negociación, es pasado. El país opositor quiere ver a sus diputados actuando unidos y con sentido de proporción en lo que es importante y relevante para el país en este momento tan duro de su historia. Además, el señor Zapatero es un consultor internacional que se debe a quien le paga, eso parece claro y sus actuaciones, hasta donde uno entiende, están enmarcadas en esa legítima responsabilidad que tiene ante quien lo contrata y, obviamente, sus intereses. El límite del uso del mandato que le brinda su empleador lo define el mismo consultor. Es obvio que su papel como facilitador se dilapidó desde el momento en que fracasó y que no generó confianza en una de las partes. No es una tragedia, son los gajes del oficio. Es así de claro, ya el señor Zapatero no debe representar nada para la oposición venezolana. Además, si tuviese algún mandato de algún Estado amigo de Venezuela que cree que su actuación puede ser útil, pues en ese caso pudiese haber consideraciones de escucharlo, pero hasta donde entendemos ese no es el caso. Ya el señor debería entender que más que un apoyo se convierte en una ficha de discordia para cualquier proceso de acercamiento entre las partes. A menos que de igual manera esté contratado para generar confusión y ruido, que bien puede ser parte del perfil de su contrato.

La diputada Delsa Solórzano inteligentemente salvó su voto, por considerar el tema, como dirían los multilateralitas, un “non issue”, por ser irrelevante para una agenda que tenía otros asuntos importantes qué tratar. Llama la atención que un grupo de diputados dieran la vida en esa votación que poco o ningún valor agregado les debe dar, a menos que tengan alguna simpatía o reconocimiento especial que hacerle al socialista español. Por supuesto, si el ex jefe de gobierno de España, a quien hay que guardarle la respectiva consideración por lo que fue su investidura, por alguna razón que no conozcamos tiene algún mandato supranacional y secreto de seguir arando en este desierto, que nos lo adelanten, pues a lo mejor aún sobreviven agendas que ya no comprendamos.


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