Ante una pregunta tan directa y simple como ¿qué hay que cambiar?, pensando en el desastroso e insólito caso de la Venezuela de hoy, muchos responderían sin pensarlo dos veces: ¡A Maduro! La cosa empieza por allí, claro está, pero desafortunadamente no será así de simple. No solo por la gravedad del daño causado a la economía, a las instituciones republicanas y al anteriormente existente sistema democrático que, aún con muchas de sus imperfecciones manifiestas, era precisamente el sistema posible y deseable de mejorar. Será difícil también por el engaño de la oferta del socialismo del siglo XXI,  que ha mostrado ahora su verdadera naturaleza: la tiranía. Tiranía que ha esparcido, junto con sus mentiras, miles de armas a manos de colectivos fanatizados, o peor aún,  a manos de seres convertidos, como los castristas-cubanos y demás invasores iraníes, rusos, chinos, etc., en mercenarios al servicio del régimen criminal que regentan los cinco jinetes del apocalipsis venezolano: Nicolás Maduro, Tareck el Aissami, Diosdado Cabello, Freddy Bernal y Jorge Rodríguez.

Lo más difícil, sin embargo, será restaurar profundas heridas causadas al pueblo por Maduro y su corrupta cúpula cívico-militar, de represión asesina. Esta que le ha sostenido en el poder a sangre y fuego, en contra del anhelo de cambio democrático, mil veces expresado por la inmensa mayoría de la sociedad venezolana, desde el inicio mismo de su usurpación presidencial.          

Deberemos reiniciar la construcción una nueva sociedad democrática. Moralmente comprometida con la familia y el respeto a los derechos humanos de todos, a partir del aprendizaje de errores, y también de aciertos, del proceso que comenzó incluso antes del 23 de Enero de 1958, y que ubicamos más bien en aquel octubre de 1945, cuando una unión cívico-militar, anticontinuista y promodernización del país, llevó al poder a una junta de gobierno de transición cívico-militar, con Rómulo Betancourt a la cabeza.

Será hará necesario la reorganización de la sociedad por áreas de conocimiento y habilidades prácticas, para transitar la superación de la dramática emergencia socioeconómica y de salud en que están dejando nuestra patria: ¡un foso socioeconómico de hambre e hiperinflación!  De tal foso solo se puede salir mediante un equipo de mando con claridad estratégica y cohesión emocional, para sortear la tormenta con un capitán dotado de condiciones humanas de coraje, fe, conocimiento de políticas públicas y del país, y con profundo amor por Venezuela, bajo el único propósito de salvar de la zozobra a nuestra nave-nación.

El establecimiento de un nuevo pacto sociopolítico y económico vendrá de la mano del avance del proceso de reconstrucción integral del país. Habrá que exigir y presionar el cumplimiento de las leyes por parte de toda la ciudadanía por igual. La superación del virus del resentimiento social por la indolente actuación de sectores minoritarios cómplices y acomodados, mediante el latrocinio e imposición de su fuerza maligna, con la violencia criminal organizada que han usado, junto con otros medios de dominación, tales como el fraude y el chantaje, han esparcido engaño y desconfianza en el pueblo venezolano.

Su adoctrinamiento fue hacer dudar del emprendedor próspero como empresario honesto. Hicieron ver como invasor al inversionista extranjero. Predicaron la toma de la propiedad ajena como justa y no como robo. Dijeron que ese era el que nos robaba y era causa de nuestros males de pobreza y altos costos de productos, escasez y marginación social. La propia destrucción que han causado nos ayuda en la tarea esclarecedora.

El pueblo mayoritario tiene ya la convicción de la naturaleza ideológica engañosa y traidora de quienes dirigiéndole muy mal se han aprovechado del poder para su personal beneficio, en todos estos años. Sin embargo, habrá que incentivar una nueva cultura política de reconocimiento al emprendedor, al empresario productivo; en cada nivel o magnitud empresarial, y con promoción de la libertad económica como derecho consustancial con el ser humano y con la democracia.

El desprecio sobre lo que es el valor de principios fundamentales del ser humano como derecho a la vida, y al disfrute de los bienes privados conseguidos dentro de las reglas de la libertad económica de producción y comercialización, y de lo que se produce con base en el esfuerzo del talento personal y de organizaciones, es uno de los paradigmas que habrá que resembrar en muchas mentes desorientadas, gracias a la demagogia populista de la repartición de riqueza a lo Pablo Escobar, lo cual hizo ver al chavismo como especie de promesa de salvación frente a la pobreza causada por la ausencia de organización social, y políticas públicas erradas.

La ausencia de políticas de reafirmación positiva que promuevan el trabajo, el apoyo de las instituciones del país a ciudadanos que requieren desarrollar destrezas para el trabajo y en situación de desventajas y desolación, será una tarea prioritaria para llevarlos a la participación en la productividad y el  progreso propio de una nación en libertad.

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