Para Geraldine

I

“Hay muchas cosas que no te dicen cuando empiezas a estudiar medicina. Como, por ejemplo, no te dicen que tus horas de sueño pasarán a un segundo plano desde que empiezas, bien sea para pasar la madrugada pegado a un libro o pegado a un monitor viendo los signos vitales de un paciente crítico. No te dicen que darle la mano a un paciente a veces hace mucho más que indicarle el medicamento correcto. No te dicen que cuando un paciente te agradece, se te infla el pecho y se te dibuja una sonrisa que no se te va por horas. No te dicen que cada persona a la que tratas es tan diferente de la anterior que nunca puedes usar el mismo esquema mental para sacarles la información y hacer una buena historia.

“Y, sobre todo, se les olvida decirte que hay pacientes a los que uno termina adorando como si fueran familia. Mucho menos te dicen que en pediatría te vas a sentir como la madre protectora de todas esas almas inocentes e indefensas. Así me sentía con Marcela. ‘Hola, mamá, ¿cómo está mi hija? ¿Cómo durmió? ¿Cuántas veces le ha dado fiebre?’. Así saludaba a su madre biológica todas las mañanas; desarrollamos una complicidad para cuidar de la gorda preciosa de la foto. Ella, una leona muy pendiente de su cría, y yo una estudiante que le sonreía todas las mañanas, que la abrazaba, que jugaba con ella y la vigilaba cuando la mamá se tenía que bañar. Yo sabía ya que me gustaban los niños, pero esta princesa me destapó un mundo nuevo, inexplorado.

“En fin, se les olvida decirte que cuando los pacientes fallecen a uno se le quiebra el corazón, que uno traga grueso para no quebrarse frente a una madre que acaba de perder a su hijo y que después hay que esconderse para llorar porque el médico debe ser fuerte, debe ser un apoyo, una roca. El cielo tiene un nuevo angelito hoy. Descansa en paz, princesa.

“PD: Algo importante que tampoco te dicen: estamos en una crisis de salud y muchas veces nos sentamos frente a los pacientes a verlos morir sin poder hacer absolutamente nada para socorrerlos”.

II

No hay mucho más que pueda yo agregar a este post de una joven doctora a la que la universidad venezolana ha formado con excelencia y que ha recibido de su familia un amor infinito que la ha hecho un ser humano increíble.

La empatía de esta joven profesional, la dulzura, la firmeza con la que encara su profesión en estos tiempos es lo que la distingue del resto. Esa empatía es la que les falta a los sociópatas que nos gobiernan, a los que no les importa que los médicos y las enfermeras no tengan cómo curar a los venezolanos. Esa empatía de la que carecen los sociópatas que nos gobiernan, a los que no les importa que estemos pasando hambre.

Poco tengo que agregar, porque cuando uno lee el texto de la doctora (que copié exactamente, así de bien escrito está) sabe que el dolor es inmenso y que por más que los médicos tengan que acostumbrarse a la muerte como parte de la vida, a lo que no deben acostumbrarse es a no poder ayudar a un paciente porque no tienen con qué.

III

Esa joven profesional tuvo una educación de excelencia desde sus primeros años de vida. Una educación que cada venezolano merece. Sus padres invirtieron no solo dinero, sino sobre todo tiempo para hacer de ella quien es hoy. ¿Cómo una familia puede hacer eso por sus hijos en esta Venezuela maduchavista? El tiempo se va en el rebusque, en la supervivencia.

La violencia, la desidia, la falta de ética, la falta de moral y la violencia otra vez son la definición de una sociedad enferma para la que parece que tampoco hay cura. El todos contra todos está a la orden del día y la meritocracia le dio lamentablemente paso a los lambesuelas. Si premias a los militares por jalamecates ¿qué mensaje envías a la sociedad? Arrástrate, si quieres sobrevivir.

Menos mal que la doctora está por encima de todo eso, menos mal que aún hay venezolanos como ella.


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