Durante la última semana de noviembre del año en curso, en la UCAB se celebró la III Semana del Libro, una iniciativa excelente y que merece ser difundida de manera masiva. A veces, las actividades culturales son opacadas por la avalancha de sucesos más apremiantes que acaparan la atención de la ciudadanía. Aun así, la Semana del Libro constituyó un éxito total.

En el marco de esta celebración, cuyo lema fue “Leemos al país y al mundo”, se llevaron a cabo actos de distinta índole: presentación de libros, charlas, clases magistrales, conciertos, obras de teatro para el disfrute de todo aquel que se acercara al campus de Montalbán.

Entre esas actividades, quiero destacar el Foro Reflexiones sobre la presencia militar en los gobiernos, coordinado por la Facultad de Derecho de la UCAB, en un gran esfuerzo organizativo de la directora de la Escuela de Derecho, la profesora Milena Liani, y del profesor de la misma escuela, Isaías Medina Felizola; en este foro tuve el honor de participar como conferencista compartiendo con los profesores Pedro González, UCAB, y Edgar Blanco, UCV. Un panel sui generis, pues dos de los panelistas son militares retirados y la única civil es mujer, y es quien escribe este artículo. Tres visiones distintas, dos de ellas desde adentro del mundo militar; la otra, la mirada desde el mundo civil.

Inicié mi conferencia diciendo que hablar sobre las circunstancias políticas actuales venezolanas obliga a mirar desde distintos puntos de vista la situación. Por ello, no me quedó más opción que resumir cuestiones que pudieran resultar muy importantes. Uno de los temas de ineludible discusión es el concerniente a la exigencia del control civil sobre las Fuerzas Armadas, y este punto es absolutamente fundamental para garantizar que los militares respondan a la voluntad de la ciudadanía y que sus actividades sean gestionadas competentemente para alcanzar los objetivos nacionales. La supremacía civil sobre los militares asegura que estos no pueden usar el poder en beneficio propio o de un solo segmento de la sociedad y para que sea efectivo se requiere que las Fuerzas Armadas no dominen el gobierno, ni impongan sus valores particulares sobre instituciones o entidades civiles.

Ese es un tema espinoso, poco hablado y también analizado con temor por muchos. Realicé un breve y apretado recorrido por nuestro siglo XX hasta llegar al año 1998 cuando comienza una etapa en la que la influencia del sector militar alcanza niveles nunca previstos, puesto que se creía superado el período de los años iniciales del siglo XX. Militares activos y en situación de retiro ocuparon altos cargos, gobernaciones, dirigieron institutos autónomos; en esos momentos, se les otorgó el voto a los militares, y los programas de labor social contaron con su participación y organización. Llegados  a este punto, analicé el tipo de régimen instaurando en el país. No basta con hablar de militares o militarismo, conviene puntualizar cómo está sustentado el poder actualmente. Y comencé por preguntar el significado de algunos aspectos del dominio militar que a fuerza de repetirlos indiscriminadamente han perdido su significación.

Usando esquemas de autores clásicos en estos temas, como son S. Huntington, A. Perlmutter y S. Finer y el siempre recordado D. Irwin, caractericé a nuestro régimen como un régimen militar dual, entendiendo por este, según Finer, como aquel donde la legitimidad no es importante, se suplanta el régimen civil y se desplazan los gabinetes civiles; en consecuencia, el régimen es dual o militar directo. No tengo espacio para comentar toda la conferencia, sobre todo porque quiero referirme a las otras dos reflexiones. Seguramente, las tres conferencias serán publicadas próximamente.

El profesor Edgar Blanco habló sobre la Ontología del ser-militar y desarrolló un esquema donde realiza una distinción formal entre lo “civil” y lo “militar”, que lo condujo a la actual unión “cívico-militar”. Un análisis agudo sobre el paso de la concepción del pretoriano al revolucionario, tomando como base teórica a los clásicos antes mencionados, A. Perlmutter y S. Huntington. Finaliza con una reflexión donde enfatizó que la distinción entre “civil” y militar”, como se ha venido haciendo tradicionalmente, ha resultado fatal para la vida republicana; concluyó aseverando que lo “militar” debe ser expresión de lo político.

El profesor Pedro González realizó una exposición que versó sobre el tema de la seguridad de la nación, profundamente unido “a la defensa y al desarrollo integral y el papel que juegan la sociedad civil y la Fuerza Armada en la nueva institucionalidad que sustentan”. En este análisis salió a relucir un aspecto altamente preocupante y ese no es otro que el desplazamiento que se ha dado al papel del ciudadano en esa defensa. Este, de ser el recipiendario de la seguridad que brinda el Estado, ha pasado a ser un defensor del Estado; dicho en otras palabras, somos ahora ciudadanos combatientes.

Lean el artículo 322 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela donde queda establecido que “la seguridad de la nación es competencia esencial y responsabilidad del Estado, fundamentada en el desarrollo integral de esta y su defensa es responsabilidad de los venezolanos y venezolanas; también de las personas naturales y jurídicas, tanto de derecho público como de derecho privado, que se encuentren en el espacio geográfico nacional” y compárese con los artículos 76, 77 y 78 de la Ley Orgánica de la FANB de 2014, donde se habla de la unión cívico-militar y se establece que “la unión cívico-militar se define como la actividad diaria y permanente de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, para materializar el principio de corresponsabilidad previsto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, unida al pueblo (…)” y “la unión cívico militar tiene como finalidad, garantizar la defensa integral de la nación mediante el ejercicio del principio de la corresponsabilidad en los ámbitos económico, social político, cultural, geográfico, ambiental y militar”.

¿Qué dice el derecho sobre este desplazamiento de la concepción de ciudadanía?


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