El hombre de hielo no puede mostrar debilidad. Eso de quedar expuesto ante el ímpetu de la lluvia es para los demás; estos regímenes siguen inspirados en la vieja conseja totalitaria de presentarse impertérritos ante cualquier eventualidad. Por ello el granítico personaje marcaba la diferencia, nada de cortesías para un mundo indignado ante su falta de caballerosidad, un craso error al momento de cerrar la persiana por parte de un gobierno que hizo del máximo evento balompédico universal un verdadero hito organizativo, solo que el pequeño detalle de no contar con los suficientes paraguas para proteger a las autoridades de la lluvia, al momento de la clausura –conociendo que se presentaría– hizo que el epílogo del evento advirtiera un peligroso resbalón de imagen.

En medio de cierta confusión, el tótem no dejaba traslucir ningún rasgo que invitaba a verlo frágil. Nada de perder la compostura cuando lo que se busca es vender un sistema como el mejor. Su exposición pública debe ser un testimonio ejemplar para un pueblo que lo observa como su guía. Cuando la copiosa precipitación agitó el cielo moscovita para presentarse en el estadio Luzhniki, el mundo observó cómo el primer mandatario ruso, Vladimir Putin, mantenía la rigidez marcial de su pasado como agente de la tenebrosa KGB.

Fue memorable la escena de la premiación del Mundial de Rusia 2018 mientras que la mandataria de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarovic; su homólogo francés, Emmanuel Macron; el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y otros altos funcionarios estaban bajo la lluvia. Cuando, finalmente, en varios minutos, llegaron sus paraguas, ya era demasiado tarde: estaban mojados hasta los huesos. Incluso el trofeo de campeón era un empapado lauro en manos francesas. Todos estaban bañados por la furia repentina de un invitado impertinente. Junto a los desadaptados que se lanzaron al campo al momento de escenificarse el Francia-Croacia, fueron de las pocas manchas que no puedo limpiar la sesuda planificación rusa.

Quizás, el detalle del paraguas sea un dato menor para quienes no ven el más allá de las cosas. Su acción fue un acto monumental de falta de modales, sobre todo estando a metros una dama que, además, representaba al gobierno del subcampeón del mundo; si nos quedamos con esta impresión estamos en lo cierto, es fácil cuestionar la organización que solo protegió a su presidente.

 Profundizar en la búsqueda del protagonismo perdido es la verdadera dimensión del caso. El gigantesco país quiere reverdecer laureles para volver a disputarle el mundo a Estados Unidos. Rusia está haciendo un esfuerzo titánico por avanzar en ciencia y tecnología, sus políticas están direccionadas a las áreas de la investigación en todos los órdenes, sin descuidar sus recursos armamentistas. Todo ello lo acompañan de una agresiva campaña propagandística que anhela posesionarlos en el planeta.

Quieren dejar atrás la imagen de la dictadura que esclavizó a su pueblo, ciudadanos que solo tenían como horizonte una cortina de hierro, el mundial fue la punta del iceberg de su pretensión. Lo proyectaron cuidando cada detalle; el esmero de la planificación fue un hecho resaltado por cada delegación. Lograron que la creencia preconcebida de una nación de rostros adustos, con cara de agentes secretos, se estrellara contra la realidad de ciudadanos amables, sumamente educados y entusiastas. Las ciudades profundamente hermosas, higiénicas y con servicios públicos llenos de confort: terminaron de hechizar a los escépticos. Los rusos estudiaron su método de propaganda utilizando al fútbol como la mejor gambeta posible para esquivar tantos instantes aciagos del pasado.

La Rusia actual heredó del comunismo el culto a la personalidad. El líder es un superdotado elevado a la máxima categoría. Jamás sufre contrariedades propias de los humanos, él siempre estará por encima del bien y del mal. Nada de mostrar gestos endebles ante la audiencia. Su destino es la épica que trasciende al destino de un pueblo que siempre será súbdito.

No es de extrañar entonces que Vladimir Putin se mantuviera impávido bajo el paraguas, mientras las demás autoridades, incluida la presidente de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarovic, y su homólogo francés, Emmanuel Macron, terminaran empapados en el acto de cierre del recién finalizado mundial de fútbol…

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