“La solución pasa por la salida de Nicolás Maduro, es inevitable y es sabido, pero es imposible: lo puso Cuba”. Detalles más matices menos, esta es la respuesta mayoritaria que he recibido de colegas y políticos venezolanos y de observadores diplomáticos expertos en OEA y Departamento de Estado, ante la pregunta de cómo se hace para superar la crisis venezolana.

Muchos coincidieron en la explicación o relato: “A Chávez lo captó Fidel y Chávez por decisión de los Castro puso a Maduro”.

¿Y a Diosdado Cabello?, pregunté . “Debería ser el otro ‘captado” fue la mayoritaria respuesta con silogismo: “Si no contara con el apoyo de los cubanos, no estaría”, así de simple.

¿Y las Fuerzas Armadas?, añadí. Aquí fue parecido: “Están infiltradas y copadas por los cubanos”. Pero también hubo coincidencias en señalar algunas resquebrajaduras.

¿Entonces habrá que negociar con Cuba?, continué. “Algo de eso hay, pero con los cubanos es muy difícil negociar. A ellos mismos se les hace difícil; está el tema económico que, aunque ya no es tan importante como hace dos años, no deja de pesar. Por otro lado, es jugar una carta que significa una quita para la condición de “influencer” que los cubanos vienen explotando desde hace mucho y muy particularmente en la región del Caribe y Centroamérica”. Tal con muy pocas diferencias las respuestas obtenidas.

En el entorno de la OEA como que están podridos de Cuba y particularmente de las “consideraciones” con la isla. En ello, sin duda, ha influido el secretario general, el uruguayo Luis Almagro. Este aventó esa necesidad de mantenerse en lo “políticamente correcto” respecto a la dictadura cubana.  Hace unos días leí:   “OEA: ‘Hace seis décadas en Cuba se persigue y controla la libre circulación de ideas”. En realidad demoraron mucho menos que la Iglesia Católica en reconocer que Galileo Galilei tenía razón en aquello de que la Tierra se mueve.

Lo de Cuba es increíble, el año pasado dictó normas más severas  en materia de censura, cosa que se creía  imposible. Que ya no cabían. Estuvieron destinadas a parar con las manifestaciones artísticas “mediocres” y que van contra el discurso oficial. Sesenta años de censura: pensar cuántos fueron crucificados con el mote de ser de la CIA porque se atrevieron a denunciar que en Cuba no había libertad de prensa.

Y esta actitud de la OEA de sacudirse de lo “políticamente correcto”  tiene que ver con otra consulta que hicimos a nuestras fuentes. Se trata de la pregunta tabú, la que muchos tiemblan tan solo al hacerla y explica que sean aún más los que tiemblan al responderla : “¿Y la  intervención militar?”.  Hubo mayoritaria coincidencia en señalar tres aspectos específicos: 1) aunque está prevista como medida extrema en convenios y tratados, es la menos deseable de todas; 2) avergüenza el miedo de muchos gobernantes demócratas del continente y de fuera a salirse de lo políticamente correcto, o de la hipocresía para decirlo más directamente; y 3) la intromisión y la ordinariez en el manejo del tema por parte del gobierno de Trump ha operado a favor de la dictadura venezolana de Nicolás Maduro, así como de sus amigos y socios que hablan y defienden la salida del “diálogo”. Este último punto es bien interesante  porque el mal manejo de los estadounidenses ha dado pie al eslogan de la “intervención imperialista”, incluso entre aquellos que no pueden ignorar que Estados Unidos fueron entusiastas defensores de Chávez –lo que me consta– en sus primeros 3 años de gobierno y que luego durante 16 más fueron socios y cómplices comerciales de Venezuela, y que solo en estos últimos 2 años se han ocupado del tema, cuando ya no lo podían ignorar. Y lo han hecho mal, como lo dicen casi todos.

La última concordancia entre los consultados es en señalar el aprieto cada vez mayor para los gobiernos latinoamericanos y su vista corta cuando hablan de “no intervención”. El tema venezolano, indican, ya no es un tema interno de Venezuela; se ha transformado en un tema a nivel continental, en particular suramericano. “Los gobernantes que tratan de esquivar el bulto y mantenerse en lo políticamente correcto se enfrentan al tema de la solidaridad y el apoyo a los venezolanos que huyen del infierno del socialismo del siglo XXI y no saben cómo equilibrar carátulas como la de “la no intervención” y la de la “xenofobia”. La primera no despierta tanto el ánimo ciudadano local y menos se trasunta en votos y opinión a favor, pero con la otra, que tiene muchas aristas y algunas muy filosas, no es tan así.


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