Pude haber sido yo ese que golpeaba el policía sin piedad y con el odio de quien no entiende de razón y de palabra. Ese que perdió un ojo de un bombazo, al que dejaron parapléjico en un hospital tras sufrir una salvaje represión o el que arrastraron por el suelo como quien no es considerado persona.

Pude haber sido yo ese que se llevaron detenido sin justificación ni causa alguna, solo porque la dictadura decidió que debía pudrirse en una cárcel por el “grave delito” de querer una mejor Venezuela.

Pude haber sido yo el torturado, ese que aunque haya recuperado su libertad jamás podrá borrar de su memoria la marca del horror. Ese que se levantará con pesadillas pensando que todavía se encuentra en un calabozo del SEBIN, que jamás olvidará el rostro de sus torturadores.

Pude haber sido yo el hostigado, ese que por ser opositor es perseguido, vigilado, acosado a donde quiera que va, que ha perdido su privacidad, que teme por su familia, ese a quien le robaron la paz para siempre.

Pude haber sido yo el sometido al escarnio público, al que todos los días desde los medios de la dictadura buscan linchar moralmente, recurriendo a los más bajos métodos, sin ningún límite ético, con el solo objetivo de hacerte menos, buscando que hasta tú mismo sientas vergüenza de ti.

Pude haber sido yo ese que le tocó dejar su país, ese que le tuvo que irse lejos, dejando su hogar, sus recuerdos, su familia. Ese que no sabe cuándo volverá abrazar a su madre, porque una minoría criminal se adueñó del país y lo secuestró. 

Pude haber sido yo ese que salió por la libertad y encontró la muerte, asesinado por la furia de quien un arma vuelve ciego y el odio un asesino. Pude haber sido yo al que sus padres tuvieran que recoger muerto en una morgue, cuando mi lucha era por la vida.

Ese pude haber sido yo, pudo haber sido tu hermana, tu madre, tu hijo. No te dejes convertir en asesino, en represor, no sigas disparando contra ti mismo, contra los tuyos.


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