Una de mis experiencias más significativas en lo político sucedió hace diez años, cuando nos reunimos con miembros de El Petróleo en La Vega, como parte de una serie de conversaciones con las comunidades. Formaba parte del movimiento estudiantil y trabajaba activamente para alertar acerca del proyecto de reforma constitucional que Hugo Chávez quería llevar a cabo en ese año de 2007 y ayudar a detenerlo.

Este sector era claramente oficialista, pero logramos establecer un diálogo con diversas personas que, más allá de posturas ideológicas o preferencias particulares, se enfocó en la pertinencia que esta reforma tenía en nuestras vidas y la brecha entre la visión de país que proponía en oposición a nuestras expectativas y necesidades.

Se generó una discusión muy profunda en la que, dentro de un espacio de encuentro, intercambiamos diversos puntos de vista. Fue revelador ver cómo los más fervientes seguidores de Chávez podían estar en desacuerdo con algunas de sus propuestas y coincidir con mis argumentaciones sobre una base de reconocimiento y respeto.

Como ya sabemos, el plebiscito para aprobar esa reforma fue una de las pocas elecciones que Chávez perdió durante su mandato y este rechazo significó un duro golpe para su liderazgo. La gente, votando en contra o absteniéndose de votar a favor, difirió activamente de su visión y no se reconoció en su proyecto. Para mí la experiencia en El Petróleo, en el contexto de esos resultados, mostró de manera evidente la importancia del protagonismo de las personas y las repercusiones de su ejercicio sobre la realidad.  

Reconocer este protagonismo, facilitarlo, apoyarlo y articularlo son tareas esenciales de un liderazgo que busque enfrentar con éxito al actual régimen dictatorial y la situación de profunda crisis que este fomenta y aprovecha. El colapso de servicios públicos, las emergencias en lo social, lo económico y lo político, son instrumentalizadas por el Estado para subyugar, coaccionar y chantajear a la población. En contra de la estrategia dictatorial que ve al “pueblo” como objetivo de dominación, los esfuerzos para recuperar la democracia deben reconocer y apoyar a las personas como principal fuerza de cambio y transformación.

La organización, participación y empoderamiento local han sido ejes centrales de nuestro trabajo en el municipio Libertador, que apoyan esta afirmación. De esta forma hemos podido implementar programas como Alimenta la Solidaridad o Monitor de Víctimas, que abordan graves problemas como el hambre y la violencia. Resultan exitosos en la medida en que involucran en su realización a las mismas personas a quienes van dirigidos y crean, a su alrededor, redes de apoyo y trabajo que articulan a diversos sectores sociales.

Estas manifestaciones cobran gran valor en el contexto actual, en el que el régimen ha coaptado o anulado vías de participación y expresión popular, pues se producen con la conciencia de los fallos del Estado en la implementación de respuestas a las necesidades de las personas y la manipulación que el mismo Estado hace de estas necesidades, para imponer relaciones de dependencia y sometimiento.

Desde el liderazgo político y social estamos llamados a reflexionar y articular esfuerzos sobre el reconocimiento del protagonismo de las personas para ser sus primeros facilitadores. Allí están representadas vías de superación y cambio al actual régimen y la posibilidad de cohesionar al país en torno a un proyecto de rescate nacional, inviable sin el involucramiento y el encuentro de todos los venezolanos.  


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