Cuando casi tocamos al término de esta serie de artículos acerca de los específicos problemas monetarios venezolanos, ya hemos dejado a nuestras espaldas los razonamientos para demostrar la particularidad de la economía monetaria en nuestro país, como cuando en un viaje por Venezuela se dejan las inmensas llanuras occidentales de los estados Cojedes, Portuguesa, Barinas, Apure, o las de Guárico, las orientales de Monagas y Anzoátegui, las cuales llanuras eran célebres por el cuantioso ganado bovino, el arroz y maíz producidos, venidas a menos por la gestión de un Estado fallido, con dirigencia ideológicamente arcaica, sumiendo al venezolano en hambre y pobreza, escasez e hiperinflación, que abrazan la economía y la sociedad en general.

Máxime cuando los instrumentos legales son deficientes para actuar en el marco del Estado de Derecho, por ejemplo, la Ley del Banco Central, cuya reforma de 2010 estableció erróneamente, copiando competencias de un banco central de un país desarrollado, que “el objetivo fundamental del Banco Central de Venezuela es lograr la estabilidad de precios y preservar el valor de la moneda” (art. 2), lo cual es imposible, puesto que el BCV no controla todas las fuentes de la oferta monetaria, sobre todo, no puede dirigir, modular, la creación de base monetaria, como se explicó anteriormente; el BCV tiene serias limitaciones para combatir esta hiperinflación, así como la tuvo para abatir la inflación anteriormente.

Las actuaciones del Banco Central de Venezuela tienen sus limitaciones de orden político, pues la forma como se elige gran parte de los miembros del directorio establece condicionantes que luego en la eficacia de la política monetaria repercuten, ya que crea un vínculo entre el Ejecutivo y la mayoría  del directorio; casi ningún director propuesto por el Ejecutivo una llamada resiste para conminarlo a alinearse con lo deseado por este, y mucho menos el presidente del BCV, puesto que existe la amenaza permanente de la remoción sin que esta en causales de la ley esté, hecho que conspira contra la estabilidad y credibilidad de los miembros del directorio, más que nada de su presidente, que era lo que siempre buscó el legislador, como me consta cuando siendo diputado en el período 1984-1989 intervine en la reforma de la ley en 1987. Un directorio con un presidente inestable se encuentra limitado para representarlo cabalmente nacional e internacionalmente, y para transmitir, entre otras, la imagen de continuidad en las decisiones de política monetaria.

También existen limitaciones políticas derivadas de la relaciones normalmente existentes entre el BCV y el Ejecutivo, pero que las más de las veces toman carácter de una relación jefe-subordinado, como que el BCV fuese una unidad administrativa más del Poder Ejecutivo, subordinado administrativamente. Esta es una limitación política de profundas raíces culturales.

Ahora bien, en virtud de que la gestión fiscal ha sido casi constantemente expansiva, como ya se comprobó, y con ello ha sostenido una vertiente monetaria caudalosa, y de que la demanda de dinero registra debilitamiento por diversas causas, entre otras: tasas reales de interés negativas, declinación de la actividad económica, incertidumbre política, expectativas devaluacionistas, ha acarreado, además, una recurrencia de altos niveles  de liquidez. Como no se ha corregido este desequilibrio, ha desembocado en una enorme demanda de divisas, muchas veces para fines distintos de los que se inscriben en la cuenta corriente de la balanza de pagos y con ello una depreciación aún mayor del tipo de cambio nominal de la que podría ser conveniente en un momento dado.

Por eso, es perentorio que a pesar de sus limitaciones las autoridades monetarias (BCV) se orienten a enjugar total o parcialmente el excedente de liquidez y aproximar las variables pertinentes (oferta y demanda de dinero) dentro de un margen compatible con el objetivo de estabilización. Lo apropiado es una coordinación de las políticas fiscales y monetarias, así como de otras que influyen en el equilibrio monetario, pero para esto es preciso la disposición política y la capacidad para crear la indispensable sinergia económico-monetaria que abata la hiperinflación, tal como sucedió en algunos países europeos después de la Segunda Guerra Mundial, verbigracia, Alemania.

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@psconderegardiz


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