Desde hace un par de semanas se viene formando, justificando y consolidando una corriente ideológica llamada el chavismo originario. Grupo de políticos, improvisados y aprovechadores que apoyaron a Hugo Chávez y que supuestamente están alejados de las tendencias de Nicolás Maduro, porque teóricamente ha traicionado el legado del comandante eterno.

Naturalmente, es una forma de no perder protagonismo político, guardar distancia del madurismo, que al fin y al cabo es la misma vaina, ya que en los últimos 20 años siempre han sido los mismos, en diferentes posiciones y responsabilidades, antes con Chávez y ahora con Maduro.

Estos señores, que representan el problema originario de toda la debacle que ha sufrido el país, aplaudieron a rabiar todas las decisiones del difunto ex presidente y ahora, sin más, no quieren cargar con la culpa del desastre en que han sumido a Venezuela con su socialismo del siglo XXI.

Claro, lo que quieren es librar de responsabilidades al movimiento político generado en mala hora por un golpista, porque en los momentos de sálvese quien pueda y culpar a otros de sus errores quieren seguir disfrutando de las mieles del poder, erigiéndose como los salvadores de la patria… ¡qué tal!

Estos ungidos, los de antes y los de ahora, siempre se han dedicado a despreciar a todo a aquel que pensara diferente, fueron los precursores de los círculos bolivarianos, devenidos luego en colectivos, auparon las expropiaciones y nacionalizaciones, despidieron a los trabajadores de la industria petrolera y otros entes del Estado por el simple hecho de protestar, se esmeraron en acosar, perseguir y encarcelar a cualquier ciudadano que tuviera la osadía de reclamar, dividieron a la sociedad venezolana inoculando un odio innecesario y dañino y, además, han acostumbrado a sus seguidores a ser reposeros, no hacer nada durante el día y descansar por la noche.

Pero algo, es verdad, se les llama chavismo originario, porque han sido, son y serán los que originaron toda esta desgracia y ahora se quieren lavar la cara, porque a lo que se han dedicado en el tiempo que han vivido del proceso bolivariano es a prometer a los venezolanos lo imposible, construir falsos enemigos y culpar de su ineficiencia e incapacidad al imperio o a cualquiera que se le enfrentase. Controlaron la comida, la salud y la educación, para generar clientelismo político, con la obligación de acatar las líneas del caudillo de Sabaneta, sin desaprobar, porque “no importa que andemos desnudos, no importa que no tengamos ni para comer, aquí se trata de salvar la revolución” (Chávez, 2 de abril de 2007), y lo han conseguido.

El chavismo originario logró consolidar los diferentes controles de nuestra economía, desde la adquisición de divisas hasta el precio de los productos de primera necesidad, ocasionando una escasez sin precedentes, pero sin dejar sus ambiciones crematísticas, ya que muchos de ellos antes de 1998 no tenían ni para comprar un boleto en el Metro, y ahora se desplazan en carros último modelo, tienen guardaespaldas y viajan en primera clase. Nunca dejaron de lado sus ambiciones, auparon la corrupción y en la época de bonanza, el chavismo originario llenó sus arcas, y ahora, el que se ha transformado en madurismo, sigue en lo mismo, pero sin importar que el venezolano pase hambre, enfermedades y penurias.

Estos supuestos consagrados se postulan como posibles salvadores para solucionar la crisis de la nación; no nos dejemos llevar por cantos de sirena o nostalgias impuestas, ellos fueron los precursores de las mafias en Cadivi, Odebrecht, Andorra, Panamá papers, las reservas de oro, Banco Central, Pdvsa, Pudreval, etc. Fueron exitosos en conducir a la quiebra, bancarrota, decadencia y depresión al país más rico de Latinoamérica y, ahora, con su frescura y desvergüenza, pero con los bolsillos llenos, se levantan proclamándose en defensores, protectores y redentores de Venezuela… no me jodas…

Tanto originarios como los modificados tienen el mismo discurso, la misma cantaleta marxista, porque no salen del guion comunistoide de seguir haciendo lo mismo, pero esperando diferentes resultados, donde no importa qué rincón de la patria se vea, hay personas buscando comida de la basura, la escasez sigue su paso vencedor, la devaluación ha pulverizado la moneda nacional, la hiperinflación hace inalcanzable cualquier rubro y la impunidad campea en toda la nación, elementos que conforman nuestro museo habitual y diario de la miseria.

Como ciudadanos estamos obligados a entender la realidad que vive el país y debemos identificar los causantes de la catástrofe, el caos, la ruina, la desgracia y la adversidad en que estamos inmersos, rechazar sus ideas retrógradas, enfocarnos en líderes y partidos políticos que nos lleven a un desarrollo sostenible, amparado en las libertades, donde haya separación de poderes, que se respete la ley, la descentralización y la autonomía, para poder entrar de una vez por todas en el siglo XXI, porque la libertad y la democracia pueden andar juntos, razón por la cual el silencio ya es un lujo que no nos podemos permitir, en donde el razonar, discurrir, meditar, estudiar, reflexionar y recapacitar es la manera pacífica de luchar por la democracia.


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