Nos ocupa la hiperinflación y sus efectos letales. En ese contexto y en más de una oportunidad en la prensa nacional se han hecho comparaciones entre Venezuela  y Zimbabue.

¿Se parecen realmente Venezuela y Zimbabue?

La pregunta es válida porque desde hace unos 18 meses, más precisamente desde el 21 de noviembre de 2017, quien ejercía el poder en Zimbabue desde 1980 fue «renunciado». Y por supuesto, su salida del poder abrigó el inicio de una etapa de expectativas y de positivismo para los ciudadanos de ese país. De hecho, tan pronto salió Robert Mugabe del poder, la tasa implícita anual de inflación tal como la calcula por ejemplo el profesor Steve H. Hanke se derrumbó de 325% a 25% y se mantuvo comparativamente baja durante 12 meses hasta el pasado mes de noviembre, fecha en que volvió a ascender hasta alcanzar, el pasado 19 de mayo, la tasa anual de 242%.

Un artículo de 500 palabras no da pie para efectuar disecciones comparativas en lo político, económico, social y militar que permitan responder la pregunta realizada. Un enfoque más práctico, y eficiente, y bien alejado de la manía de matar moscas con un cañón a la que están acostumbrados muchos de nuestros economistas seguidores del bueno de G.S. Maddala, consistiría en seleccionar las observaciones y juicios de un observador común de Venezuela y Zimbabue, resumidos tales juicios en una serie de tiempo de cifras y hallar un cuantificado de correlación para conocer qué tanta correspondencia hay en dichos juicios.

Eso fue lo que hice al seleccionar cuatro indicadores cuyos observadores emiten juicios para Venezuela y Zimbabue con la misma metodología en cada índicador: el Índice de Libertad Económica (heritage.org), el Índice de Freedom House, los Indicadores de Gobernanza del Banco Mundial y el Índice de Percepción de la Corrupción (transparency.org).

La métrica de correlación utilizada arrojó que la serie de tiempo para cada una de estas cuatro correlaciones es marcada y positiva (mayor a +0,40) en los cuatro indicadores para Venezuela y Zimbabue, y viene disminuyendo para tres de los cuatro índices citados menos para el Índice de Percepción de la Corrupción, único para el cual la correlación viene aumentando: en este índice, Venezuela se parece cada vez más intensamente a Zimbabue o quizá es al revés.

Desde tal perspectiva correlacional, la conclusión general es que Venezuela y Zimbabue se parecen.

Ahora fíjese el lector en mi punto. Hay muchos que creen que con la salida de Nicolás Maduro y sus 40 colaboradores se arregla todo en nuestra destruida Venezuela, pero la realidad de Zimbabue –que se parece a Venezuela– apunta a que tal cosa no es así: si bien Robert Mugabe y sus colaboradores salieron eyectados, se montó Emmerson Mnangagwa, del mismo partido ZANU-PF, y con los mismos militares de Mugabe. El resultado ha sido el resurgimiento de la hiperinflación, ello en virtud de la retoma de la única heurística conocida por los que se quedaron con el poder, luego de su aplicación sistemática durante 37 años, heurística asociada a la impresión monetaria, ahora con variantes digitales, y a la misma corrupción de siempre. Adicionalmente, no ha habido mejoras en la liquidez, ni mejoras en las reservas extranjeras prestadas ni obtenidas, ni mejoras en los flujos de inversión pero sí más retrocesos en los derechos humanos.

Tal panorama me permite afirmar que el mayor de los tres problemas entre el cese de la usurpación, el gobierno de transición y elecciones libres, es el segundo: el gobierno de transición y es precisamente sobre este problema central que conocemos muy poco todos los venezolanos.

¿Quién nos habla y nos ahonda un poco más sobre el tema?

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