Mi familia es hipertensa. Unos y otros andan con el tensiómetro bajo el brazo como si fuesen intelectuales de izquierda que confían más en la ciencia, la ósmosis, que en el Evangelio: el sudor de la frente y la lectura. No es una excentricidad ni un gen extraviado, sino una condición médica que comparten con una alta proporción de los electores venezolanos. Las cifras que se conocen hasta la primera quincena de octubre, ¿irreversibles?, indican que tanto en las farmacias públicas como en las privadas, al igual que en las sin fines de lucro, la escasez de antihipertensivos supera, como los resultados del CNE, el 100%.

Los más naturistas y los que llevan sangre guanche en las venas, que son más grandotes y bastos, se atapuzan de ajos y hasta de enemas, pero siempre andan colorados e inquietos; los más rubios se quejan de dolores laterales de cabeza, hormigueo en las piernas y desazón; los que tienen pigmentaciones afrodescendientes se ponen depresivos y preparan infusiones y menjurjes con hinojo, yerbaluisa y ortigas, se postran a la Pachamama, ignorando la advertencia de que en África meridional, en las lenguas joisanas, de los hotentotes o bosquimanos, la tierra no llama de esa manera; los más mestizos se encabronan y no dejan de recorrer boticas, llamar por teléfono, mentarle la madre a cada uno de los miembros del gabinete y hasta escribirles cartas a Vladimir Putin, Xi Jinping y al mismísimo Raúl Castro pidiéndoles que le exijan a Nicolás Maduro que traiga medicamentos, que les va a dar un ACV, un accidente cerebrovascular, y se van a quedar patulecos como Lenin.

Todos, hasta los universitarios, que son pocos y escogidos, le echan la culpa a la ineptitud del gobierno, a la poca destreza gerencial del chavismo, a su carencia de cacumen y a sombras vernales en la corteza cerebral. Solo la abuela, que no suelta la aguja de tejer, aunque hace tiempo, siglos dice ella, que no consigue sedalina, estambre, pabilo ni rafia, se atreve a llevar la contraria. Dice que no son brutos ni gente sin talento, sino una panda de ladrones de todos los tamaños, raleas y colores, que resultaron summa cum laude, sin itálicas, haciendo trampas en elecciones y designaciones, que hasta el dedo de Maduro puede ser víctima de artimañas y fraudes electrónicos, que hoy nombra a viva voz a mengano y mañana puede aparecer impreso en la Gaceta Oficial el nombre de zutano, que el CNE y el gobierno pueden alterar hasta las leyes de la relatividad y de la gravedad, pero no pueden ni importar losartán potásico, amlodipina ni aspirinas, porque se lo roban en el camino de ida o de venida. Presto biografía de Caco, el dios de los ladrones.


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