Los venezolanos de hoy tenemos muy buenas razones para quejarnos. Por eso nos quejamos bastante.

Hasta hace poco tiempo una de las quejas era en contra de la comunidad internacional que en opinión de muchos no hacía lo suficiente para conseguir la restitución de las condiciones mínimas de supervivencia y la restitución de la democracia (en ese mismo orden). Hoy pareciera que es la comunidad internacional la que nos reclama que no estamos haciendo lo necesario para el rescate democrático que –según algunos– pasa por un diálogo y según otros –entre los que nos incluimos– creen que tal diálogo aun cuando necesario no puede darse sin condiciones previamente definidas y cumplidas que garanticen que no se vuelva a incurrir en trampas como en las ocasiones anteriores. Mientras ninguna de las partes del drama interno tenga la posibilidad de imponerse a la otra es evidente que habrá que moverse en el terreno de las transacciones, mas no de la capitulación ni la pérdida de tiempo y oportunidades. Es justificable ser extremista en las aspiraciones, pero es recomendable ser pragmáticos en las negociaciones.

También es necesario poner en contexto la gravedad del drama venezolano que para nosotros –naturalmente– es central, frente a otras situaciones sumamente graves que se desarrollan paralelamente en la escena mundial y que –en algunos casos– superan u opacan nuestras realidades. Tal es el caso de la guerra civil en Yemen, donde la extrema brutalidad ejercida entre las fracciones en pugna es atizada por potencias extranjeras, o el éxodo y sufrimiento de la minoría rohynga de Myanmar (ex Birmania) obligada también a emigrar en condiciones infrahumanas, la emigración siria y de subsaharianos, los excesos de ISIS o –ya en nuestro continente– lo de Nicaragua, las caravanas de migrantes centroamericanos que huyen de la pobreza y la violencia con la ilusoria esperanza de ser admitidos en Estados Unidos, etc. No somos los únicos en el escenario mundial ni regional en no tener motivos para la queja y por esa razón es pragmático insertarse dentro del cuadro general y posicionarnos tan bien como sea posible para lo cual una voz unificada parece ser la mejor receta.

A propósito de lo anterior, hace apenas un par de semanas estuvimos presentes en la reunión de ex presidentes democráticos (el grupo IDEA), celebrada en Miami, a la que también acudió Luis Almagro. Tuvimos la oportunidad de conversar con gente del entorno cercano al secretario general quienes nos comentaron en privado que dicho caballero –campeón mundial de la causa de la democracia venezolana– ya estaba un poco cansado de recibir visitas y exhortaciones de los factores de la política venezolana que acudían a su oficina reiteradamente descalificándose los unos a los otros. En contraste con lo anterior estuvo la explicación del ex presidente chileno Eduardo Frei (h), quien explicó el proceso de gestación y posterior acción concreta de la unificación política que permitió la realización y triunfo en el referéndum del 5 de octubre de 1988, el cual culminó en la salida de Pinochet y posterior elección de presidentes desde Aylwin en adelante comprometidos con la llamada Concertación que ha tenido como resultado colocar a Chile como la economía más próspera y la democracia más pulcra de Latinoamérica. Si ellos consiguieron su acuerdo y nosotros en 1958 nuestro Pacto de Punto Fijo, no sería razonable pensar que frente a la dictadura es la unidad lo mas conveniente? Pensar que en nuestra propia Asamblea Nacional, a la que solo acuden los diputados de la oposición, acaba de darse el espectáculo vergonzoso de exhibir sus diferencias acerca de la calidad de grato o no grato del señor Zapatero, no ayuda mucho a mantener la fe en nuestra dirigencia política cuya agenda, vigencia y eficiencia queda cada vez más en duda entre nosotros los de a pie!

Desde esta columna ni se aspira ni se pretende ofrecer soluciones infalibles para la salida de la crisis, pero sí parece evidente que la unidad de la oposición es indispensable, aun antes de convenir con el gobierno cuáles serán las condiciones para algún diálogo si fuera el caso. Solo se pide a quienes son o se creen dirigentes que tengan claro las prioridades: primero patria, después partido y solo de último la agenda personal.


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