Mientras Venezuela sigue transitando una de las etapas más duras de su historia moderna, en el mundo siguen desarrollándose acontecimientos que tienen la capacidad de influir en el curso de las épocas por venir. Nos referimos concretamente al viaje que el presidente Donald Trump está realizando esta semana por el Medio Oriente y Europa.

Aclaramos que el personaje no es de nuestro agrado en términos generales, pero no por ello uno puede desconocer la importancia de las visiones que el señor lleva por el mundo.

La primera escala del viaje en comento fue en Arabia Saudita donde se llevó a cabo no solamente la visita bilateral sino la extremadamente importante reunión con todos –o casi todos– los países musulmanes no solo del Medio Oriente, sino también de Asia y África, lo cual incluye una multiplicidad de visiones cuyo ensamblaje y/o consenso no parece fácil.

En lo bilateral no se puede negar el éxito obtenido por Washington al lograr que los sauditas se comprometan a una compra de armas cuyo monto excede los 100.000 millones de dólares convirtiéndola en una de las transacciones más abultadas en la historia de ese controversial negocio. La activación de las empresas proveedoras norteamericanas seguramente tendrá un impacto dinamizador en la economía además de la influencia en el equilibrio militar en la zona en perjuicio de Irán y la lucha contra el terrorismo.

Debe resaltarse la afirmación del presidente norteamericano cuando en Riad anunció que no es propósito de su administración dictar cátedra a los demás países acerca de sus formas de gobierno y cómo gestionar sus asuntos internos. Interesante contraste con la postura asumida sin tapujos frente a Venezuela en la OEA y la ONU donde la preocupación por los derechos humanos parece quitar el sueño a muchos. Será interesante saber cuál de esas posiciones será la verdadera o –si como sospechamos– ante cada escenario habrá un discurso. Así ha sido siempre.

La siguiente escala fue Israel donde, como es natural, la recepción fue calurosa tanto más por el hecho de que en ese país se venía percibiendo que la política de Obama había sido menos solidaria con ellos. La inclusión de una visita a territorio palestino sin duda marca un hito de progreso deseable no solo para los involucrados sino para el mundo en su conjunto. Falta ver si las numerosas y contradictorias corrientes de pensamiento y acción política que hacen vida en la dirigencia palestina pueden ponerse de acuerdo para que el presidente Abbas pueda asumir un compromiso que dure más que lo que demora en secarse la tinta del papel como ha sucedido tantas veces. Es hora de ver si el “Maestro de los Arreglos” dispone o no de los mágicos argumentos que con tanto entusiasmo esgrimía en su campaña como candidato. Ya la terca realidad le viene mostrando que la tarea de gobernar democráticamente difiere bastante de la estrategia que él aplicaba en sus negocios personales. Habrá que ver cómo implementa la promesa de mudar la embajada de su país de Tel Aviv a Jerusalén y en que parte de la Ciudad Santa (Este u Oeste) se instala siendo que hasta eso es una consideración crucial en el viejo conflicto que asola esa zona.

Del paso por el Vaticano poco es lo que se sabe aparte de la parafernalia de uniformes de la Guardia Suiza, ancianos cardenales y laicos adornados con ignotas condecoraciones y el grosero lujo que rodea esos espacios en contraste con la genuinamente humilde figura del jefe del patio. Se dice que el Papa habría reclamado al mandatario por su presunto abandono de los compromisos frente al cambio climático siendo que Francisco aboga fuertemente por un abordaje serio del tema.

Siguió la visita a la OTAN el día jueves (fecha en la que se escribe este artículo). En el más puro y directo estilo Trump (tal vez apropiado para este caso particular) el mandatario norteamericano formuló una fuerte y justificada crítica a sus “aliados” europeos siempre tan interesados en la garantía de la defensa militar de sus países y estilos de vida siempre que sea Estados Unidos el que cargue con el costo de esa estructura. El norteamericano criticó sin rodeos el hecho de que de veintiocho “aliados” sean solamente Estados Unidos y cuatro países más los únicos que cumplen con sus obligaciones de pago lo cual –en su opinión– es una carga injusta para el contribuyente estadounidense. Este columnista tiende a coincidir con ese razonamiento y lo yuxtapone a nuestra Venezuela, tan exigente y malcriada en los foros internacionales siendo que en casi todas las organizaciones está atrasada en sus cuotas y en el caso de la OEA ha anunciado que no va a cancelar lo que debe porque allí la han maltratado. ¡Qué sería de la ONU, OEA, Unesco, NATO y muchos organismos más si Estados Unidos aplicara el mismo argumento!

Veremos qué noticias nos trae la escala final (Taormina, Italia) donde este fin de semana se escenifica la cumbre del G-7 ante la cual bien pudieran surgir mutuas recriminaciones entre los intereses no coincidentes de Estados Unidos que parece querer volver al aislacionismo y al “bullying” frente a los restantes miembros de la élite financiera mundial comprometidos con el internacionalismo económico como principal forma de encarar su mutua supervivencia.

Así, pues, el mundo afronta estas y muchas otras crisis de las que Venezuela es apenas una de ellas y ciertamente no la más importante. La conclusión es clara: somos los venezolanos quienes debemos resolverla. La ayuda y presión de otros puede ser conveniente y hasta indispensable, pero la carga de la lucha descansa solo en nuestros hombros.


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