En días pasados se cumplió un aniversario más de la conocida Primavera de Praga, que fue un período de liberalización de la entonces República Socialista de Checoslovaquia, que se inició en enero de 1968 y duró hasta agosto, cuando el país fue invadido por tropas y tanques del Pacto de Varsovia. Durante esos seis meses se pudo vislumbrar lo que sería el verdadero “socialismo de rostro humano”, es decir, el intento de retornar las libertades de las personas en el marco de los procesos de la erradicación del estalinismo en los países aliados de la URSS en plena Guerra Fría. Las expectativas del rostro humano se esfumaron el 20 de agosto. Días antes, la Declaración de Bratislava reafirmaba la fidelidad inquebrantable al marxismo-leninismo y la lucha contra la burguesía.

La Primavera de Praga la recordamos en los actuales momentos porque nuestro país, sin haber sido invadido por tropa alguna, enfrenta una dolorosa y triste situación que mantiene en suspenso y vilo a los venezolanos. Algo similar a lo que ocurrió en la ciudad europea en su proceso de erradicación del socialismo, pues el régimen venezolano muestra su inquebrantable fe en los dogmas del marxismo, devenido en Venezuela en el socialismo del siglo XXI, con el que desata su iracunda posición contra los opositores. Una evidente demostración la observamos cuando la cabeza política del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y presidente de la República, Nicolás Maduro, enfila su chabacana batería verbal con vocabulario nada propio de un jefe de Estado contra personeros políticos de la oposición, a quienes endilga los más groseros y vulgares epítetos y los acusa de conspirar contra el régimen socialista, marxista y mal llamado bolivariano, en contubernio con lo que cansonamente denomina “el imperio norteamericano, la burguesía parasitaria y los apátridas”.

Han transcurrido casi 20 años desde que el socialismo del siglo XXI, como le calificó su mentor y ex asesor de Hugo Chávez, Heinz Dieterich, hoy día totalmente divorciado del régimen venezolano, y más aún de Nicolás Maduro, de quien dijo es “un inepto” y su gabinete “un fracaso” para el modelo chavista. Además, confesó que Chávez acuñó su idea pero no la supo ejecutar “no tiene familia ni patria, pero un destino: la revolución”. Sin embargo, es doloroso comprobar que después de tantos años no se ha podido aplicar una terapia que ponga fin a los delirios históricos de quienes se encumbran como paladines del socialismo en nuestro país, empalagados con la Revolución cubana y además asesorados por sus capitostes que ordenan a diestra y siniestra todo lo que se debe hacer en materia política, económica y social en nuestro país.

Lejos estábamos de pensar que algunas décadas después Venezuela tendría un régimen totalitario, represor, dictatorial, corrupto, que sin escrúpulos de ninguna naturaleza maneja los destinos del país generando una severa y crítica situación que va desde la falta de alimentos y medicinas, pésimos servicios públicos y una galopante inflación que hoy día alcanza casi 3.000%, además de la alarmante inseguridad que convierte a Venezuela en el país más violento del mundo, y la corrupción que roe las entrañas del propio partido oficial en el que sus militantes con cuchillos en sus manos se inculpan mutuamente de los desafueros cometidos con la hacienda pública, la cual saquearon por completo.

Venezuela vive hoy día una de las situaciones más inverosímiles que se pueda imaginar desde el nacimiento como república. Una nación rica en recursos naturales y humanos por excelencia, con una geografía inmensamente espectacular, que pudo haberla convertido en un real e idílico paraíso turístico para propios y extraños, recursos minerales: aluminio (bauxita), coltán, cobre, níquel, hierro, oro, plata, plomo, zinc, mercurio, entre otros, además el petróleo, hoy día padece la más ruin y vil miseria que, sin exagerar, solo pudiéramos compararla con la pobre nación antillana de Haití en nuestra latitud hemisférica, o con la africana de Zimbabue.

Por lo anteriormente descrito es inadmisible que miles de venezolanos con padecimientos crónicos: renales, coronarias, tensión o diabetes entre otras, y que deben recibir tratamiento fallezcan día a día por falta de medicamentos e insumos. La cifra de decesos por esta razón alarma y preocupa, porque la salud está enfocada por el régimen más en función política, que para el bienestar de quienes padecen enfermedades que exigen un total control y tratamiento. Igual ocurre con los recién nacidos, que en los hospitales del país han fallecido por falta de equipos médicos y la atención de profesionales de la medicina, que ante la crisis han decidido emigrar a otras latitudes en busca de un mejor futuro y porvenir.

No se concibe un país en el que jóvenes, mujeres, hombres y niños busquen desesperadamente un futuro mejor lejos de la patria que los vio nacer, y que para alcanzarla se vean en la imperiosa necesidad de emigrar, afrontando innecesarios riesgos como el reciente caso de los 32 jóvenes que partieron desde las costas del estado Falcón con destino a Curazao y naufragaron y perecieron cinco de ellos. Un luctuoso y doloroso suceso que enluta a hogares venezolanos, cuyos padres enjugan sus lágrimas en medio de la indignación e impotencia porque sus hijos e hijas partieron en busca de nuevos horizontes ante la carencia de una mejor calidad de vida en el país. Son ya casi 3 millones de venezolanos, en su mayoría gente joven, que se han marchado por la horrenda crisis económica, política y social que nos asfixia día a día, y conduce a una lenta agonía a cientos de personas de todas las edades, privadas de alimentos y medicinas.

De nada vale el recelo que podamos tener para conjurar este maleficio propugnado por el régimen de Nicolás Maduro, que poco le importa pisotear la Constitución Nacional para caprichosamente hacer cuanto le viene en gana, claro está, contando con el servilismo de los demás poderes del Estado: Fiscalía General de la nación, Contraloría General de la República, Banco Central de Venezuela, Pdvsa, Seniat, Fuerzas Armadas Nacionales, y una ilícita asamblea nacional constituyente, cuyo semen le pertenece, los cuales rendidos a su pies ignoran deliberadamente el gravísimo daño que le están ocasionando a un pueblo en situación de extremada gravedad, que ha obligado a mucha gente a volcarse en los basureros de los comercios de expendio de comidas en busca de las sobras de alimentos, o en la de los supermercados y abastos para procurarse de los desechos de legumbres, hortalizas y frutas.

Dolorosamente debemos admitir que existen segmentos sociales que permanecen cerrados en sí mismos, y llegan al extremo de admitir su apoyo incondicional al régimen a costa hasta de su propio sacrificio, afirmando que si es preciso arriesgarán hasta su propia vida. No hay duda de que se trata de sentimientos débiles de estas personas frente a los capitostes del régimen, llámense enchufados o dirigentes del partido oficialista, por cuanto están cargados del temor y docilidad frente a quienes desde el poder exhiben su prepotencia y abuso, sin ocultar su matiz tiránico dictatorial con el cual el inquilino de Miraflores hasta aspira a la reelección.

No puede seguir a la deriva un país con una hiperinflación de 2.616%, una cesta básica que supera ya los 10 millones de bolívares, falta de inversión extranjera por la inestabilidad económica, política y social que en estos últimos 3 días ha generado en todo el país más de 115 saqueos de camiones repletos de comida, centros de acopio del gobierno o privados, así como supermercados o pequeñas bodegas o abastos, lo cual está haciendo metástasis en el cuerpo social de la nación, sostenida solamente por el capricho de Maduro en aferrarse al poder para cuyo efecto utiliza la violencia, hace presos a opositores y aumenta la burocracia solo con el perverso propósito de mantener adláteres a sus acólitos, que siguen creyendo en sus populistas y demagógicos mensajes,.

Una frase del chileno Pablo Neruda resume el anhelo del pueblo venezolano: “Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera”.

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