“Es más fácil ser matón que filósofo, científico, escritor, poeta, profesor universitario, padre-madre de familia”.

Es, en extremo, complejo dilucidar si nacemos o no con genes mixtos: de unos y otros entre nuestros antepasados salvajes erectos y sabios, según clasificación difundida. Científicos discuten respecto al escabroso asunto, pero quienes no lo somos también, excepto la plaga mundial de vándalos (que es muy feliz siéndolo), la humanidad presunta es presa de una todopoderosa minoría hartazgo astuta para criminalmente organizarse.

Mezclado con obreros, intelectuales, artistas, tecnólogos, docentes, investigadores y religiosos (no siempre convocados para dirigir los destinos de pueblos) el “vándalo arquetípico” tiene indiscutible éxito cada vez que se propone someter a quienes somos superiores a él. Porque, rápido, aprende (o finge) mímesis para exhibirse como sujeto humillado y ofendido: cual yesca, enciende, comprensiblemente, la ira vindicadora. La historia así lo registra.

Cortésmente, saludas al rufián pero luego le das la espalda: igual él hace contigo. No pretende, con ello, exigir respeto mediante comportamientos aprendidos que invisten de humanista al hipócrita. Es un resentido, quiere vengar a no se sabe cuáles héroes fallecidos, asume revanchas. El vándalo supura y –aparte– fija distancia ante la presencia de su antítesis: no razona e, inútilmente, pretende discernir conforme a categorías filosóficas.

Los presidentes matones y adeptos al poder en América Latina tienen identificación patriotera. Son incorregibles y miran y dan trato de enemigo al ciudadano fortuitamente cautivo. Palmean su espalda, le dan mendrugos, lo etiquetan de compañero y “agregan” a sus portales en las redes de disociados.

No me pides consejo, pero te sugiero no renovar tus “votos matrimoniales” con truhanes de escaso coeficiente intelectual. Tu testatrofia arruina la vida de tus familiares, vecinos y amigos, pero también, al cabo, la tuya que crees impertérrita. Cuidado, lector prosopopéyico: la suma de prescindibles sí es apta para destruir repúblicas. La mala conciencia es inmanente a todos los individuos en sociedades de perrería, pero algunos nos apartamos sin descartar detonarla.


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