El próximo 5 de junio se elegirá la presidencia de la Asamblea General de la ONU, integrada por 193 países, para su 73 período de sesiones. Cargo importante, pues puede ejercer influencia en la mirada e incluso en la acción de esta organización en temas políticos que afectan a millones de personas en el mundo y en Latinoamérica como región.

Elección rotativa por regiones, que en 2018 corresponde a América Latina. Hay dos candidatas: María Fernanda Espinosa, canciller de Ecuador, y Mary Elizabeth Flores, embajadora de Honduras ante la ONU. La elegida sucederá al canciller eslovaco Miroslav Lajcak.

Espinosa tiene más de 20 años de experiencia internacional en temas multilaterales, de integración, seguridad y defensa, derechos humanos, derechos de los pueblos y nacionalidades indígenas, cultura y patrimonio. Cuestiones afines con los intereses que históricamente ha defendido la ONU. Recibió becas de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, la Sociedad de Mujeres Geógrafas de Estados Unidos y las fundaciones Ford y Rockefeller. Sus terrenos de mayor trabajo son medio ambiente y cultura.

El Parlamento Andino (Colombia, Perú, Bolivia, Chile y Ecuador) emitió su respaldo a Espinosa, quien en misiva a la ONU señala entre sus prioridades “acercar la ONU a la gente, trabajar de forma abierta, efectiva, transparente e inclusiva, facilitar respuestas rápidas de la Asamblea ante situaciones emergentes y prestar especial atención a las personas de mayor vulnerabilidad”.

Flores, por su parte, es hija del ex presidente Carlos Flores Facussé (1998-2002), milita en el Partido Liberal, fue vicepresidente en el Congreso Nacional, diputada por el departamento de Morazán de 2006 a 2010, presidiendo algunas sesiones del Congreso. Representó a Honduras en la Comunidad de Líderes Jóvenes del Mundo. De origen palestino, votó a favor de la decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como capital de Israel. En Latinoamérica solo Honduras y Guatemala estuvieron del lado de Washington.

Ocho países del Sistema de Integración Centroamericana (República Dominicana, Guatemala, Honduras, Belice, Costa Rica, El Salvador, Panamá y Nicaragua) respaldan la candidatura de Flores, quien ha asegurado que trabaja para “definir la agenda de desarrollo de la ONU, una atención especial para los niños y un foro para la cultura de la paz”.

La confrontación en esta elección no es solo de méritos personales. Es una decisión política en un momento en que Ecuador parece abandonar el bloque catalogado como dictaduras del socialismo del siglo XXI (Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, con influencia en países del Petrocaribe y alianzas con gobiernos antiestadounidenses).

En los 10 años de Rafael Correa, Ecuador estuvo alineado con la dictadura cubana en la región y en organismos internacionales como la ONU. Pero su candidato y sucesor, el hoy presidente Lenín Moreno, ha avanzado en la restitución de condiciones de democracia: la lucha contra la corrupción, el desmontaje del sistema de persecución política judicializado y la libertad de prensa (sin todavía derogar la ley mordaza). Aunque opositores y críticos los consideran insuficientes y aún no concluyentes, tales pasos marcan diferencia.

En el ámbito internacional Ecuador ha enviado señales de salida del grupo dictatorial del siglo XXI, reencaminando sus relaciones con Estados Unidos, incluida la lucha contra el narcotráfico. Ha tomado prudente distancia de una defensa directa a la dictadura venezolana y usado la “abstención” en la última decisión de la OEA, que por mayoría emplazó a Nicolás Maduro a cancelar las elecciones que viene manipulando. Ha suspendido el uso de Internet a Julian Assange, refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres, por pronunciarse contra Alemania en el tema catalán. Situaciones inimaginables en el régimen de Correa.

Parecería que Espinosa puede conseguir más votos para la presidencia de la Asamblea en el primer round que se libra por el voto mayoritario de países de la región. Su experiencia y el nuevo papel de la diplomacia de Ecuador en las Américas le dan una gran opción. Tal vez el escenario definitivo sea la Cumbre de las Américas, 13 y 14 de abril en Lima, Perú.

A partir de septiembre la Asamblea será presidida por una mujer, ecuatoriana u hondureña, y reflejará un nuevo momento en la política internacional en las Américas. Ecuador puede mostrar un signo de cambio definitivo.


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