Creo que es una escena para la historia aquella en la que Wilmer Castro Soteldo, ministro de Maduro, inquisitivamente pregunta al economista chino, traído por el régimen a Venezuela para asesorar su Plan de Recuperación Económica, Crecimiento y Prosperidad, sobre el método que emplean en su país para alcanzar sus llamativos niveles de productividad y eficiencia. Específicamente, Wilmer requiere precisiones sobre los mecanismos de control que aquel gobierno ha aplicado a su sector productivo para garantizar un sostenido nivel de crecimiento económico.

El especialista asiático, con una media sonrisa, le responde al revolucionario: “En China 90% de las empresas son privadas, el gobierno chino no puede controlarlas, en su lugar les otorga incentivos, y en algunas situaciones hasta subsidios, con el objetivo de lograr una mayor productividad y generar más ingresos para el progreso y el crecimiento”.

He intentado imaginar la revolución mental del desprevenido Wilmer ante la respuesta obtenida. Presumo que se preguntaría: ¿Si 90% de las empresas son privadas, entonces la revolución china no ha ejecutado un contundente proceso expropiatorio como el nuestro?

Luce claro que Wilmer ignora que los chinos reinstalaron la propiedad privada en 2004, cuando el Parlamento enmendó la Constitución. “Los bienes privados legales de los ciudadanos son inalienables”, estipula ahora el artículo 13 de su carta magna. Esta enmienda fue aprobada por 99% de los 3.000 delegados que integran la Asamblea Nacional Popular, en el último día de la sesión parlamentaria de 2004. Es así como un antiguo reporte informa que a raíz de este cambio los empresarios privados crearon cerca de 100 millones de puestos de trabajo, mientras que el sector público anda embarcado en el undécimo proceso de reestructuración. En otras palabras, comenzaron los años de crecimiento económico que coinciden plenamente con la reinstalación de la propiedad privada: 20% de los ingresos fiscales lo aportan las empresas públicas y el restante 80% el sector privado.

 Wilmer y sus camaradas no podrán evitar preguntarse: ¿Cómo siguen proclamándose socialistas si todo lo que han hecho es instalar el capitalismo, el mercado y las alianzas con empresas extranjeras que actualmente generan alrededor de 50% de las exportaciones del país? ¿Dónde queda el socialismo, el endogenismo y la lucha contra el imperialismo? ¿Cómo cuadra esa información de nuestro socio con el socialismo del siglo XXI?

Wilmer no logra entender que los chinos no consideren la inversión extranjera como una invasión. Al contrario, le dan la bienvenida; entre otras cosas, porque saben que la inversión extranjera trae consigo alta tecnología, buenas prácticas de administración y gestión, canales de comercialización para el mundo y capital, que siempre es escaso, y con todo ello crean innumerables puestos de trabajo. Actualmente millones de campesinos trabajan en las fábricas de las ciudades chinas, muchas de ellas extranjeras que, además, pagan impuestos al gobierno.

Es inevitable que China se convierta en el país que produce y vende más carros, aventajando a Estados Unidos con una expectativa de producción ya superada de 12 millones de unidades. Por la mente de Wilmer deben pasar las imágenes de las automotrices cerradas que han ido abandonando el país por el acoso al que han sido sometidas por el chavismo. Caos en la mente de Wilmer, seguramente preguntándose: ¿Los beneficios de los que se ufanan los chinos provienen entonces de las reformas y la apertura capitalista?

Recurro a una vieja entrevista* del periodista Hugo Prieto realizada a uno de los embajadores de China en nuestro país, titulada “En China las empresas tienen que ganar dinero”. Indica el diplomático: “La sustentabilidad y viabilidad de nuestro modelo pasa por la rentabilidad. Ganar y aportar”, recalca el funcionario. Y agrega: “37 de nuestras empresas se listan entre las primeras 500 del mundo y con ellos se han vuelto visibles sus empresarios. Dos de nuestros empresarios figuran en la lista Forbes entre las grandes fortunas del mundo. Algo natural”, remata.

Puedo imaginar el asombro de Wilmer. ¿Los chinos dicen que las empresas deben ganar, ser rentables y que los empresarios se están volviendo ricos? Eso es capitalismo y mercado donde lo pongan. ¿Y el socialismo qué?

*Diario Últimas Noticias, 4 de octubre de 2009.


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