I

“En este ejercicio de organización puedes registrar a las personas que manifiesten su compromiso a participar en las elecciones del próximo domingo 20 de mayo. Fortalezcamos la democracia y la participación.

“Después de realizar el registro debe completar dos preguntas: la hora que tiene previsto asistir y la vía de contacto con la persona que estás registrando”. (Sic)

Lo anterior es el mensaje que muchos de los que tienen el carnet de la patria del hambre deben haber recibido estos últimos días.

Aquellos inocentes que siguen creyendo que ese pedazo de plástico no sirve para controlar a la población pueden ya dejar la edad de la inocencia. Ese mensaje es una evidencia muy elocuente de cómo el desgobierno administra el hambre para quedarse en el poder. Si eso no es criminal, entonces díganme qué es.

II

Hace apenas tres semanas que repartieron la caja CLAP en el edificio y ya están recogiendo el dinero otra vez, me cuenta la vecina. Ella misma saca su propia conclusión: debe ser porque vienen las elecciones.

“La caja que nos dieron hace tres semanas estaba full de cosas. Tenía tres kilos de lentejas, un kilo de caraotas, tres kilos de harina mexicana, un kilo de harina de trigo, uno de pasta, dos bolsas de leche, un litro de aceite, mayonesa y salsa de tomate. Yo insisto en que lo que quieren es comprar el voto”, me contaba la mujer que estaba haciendo nuevamente la cola para entregar el monto de 25.000 bolívares de la caja más 3.000 por el transporte.

Es un edificio de clase media en el este de la ciudad, y sin embargo son muy pocos los vecinos que faltan a la convocatoria. “Ya no se puede comprar nada por 28.000 bolívares”. Claro, un kilo de arroz entre los bachaqueros cuesta 1 millón de bolívares.

La espera fue larga porque las personas encargadas del cobro estaban retrasadas. Y la junta de condominio aprovecha para entregar los recibos ya cancelados. Ese era el motivo de mi presencia, pero me quedé chismeando.

Cerca de las 8:00 de la noche, llegaron. Un hombre que nadie había visto antes pidió atención, pues iba a dirigirse a los vecinos.

“Aprovecho esta oportunidad para llamar su atención sobre lo que significa el CLAP que estamos recibiendo. Este complemento alimentario que nos da el gobierno es un beneficio a los ciudadanos que no podemos dejar perder”. El hombre hablaba tímidamente, quizás esperando alguna reacción aireada de los asistentes. Su voz apenas se oía, sus gestos eran cansados, como en completo convencimiento de que lo que iba a decir no tenía ninguna importancia y no cambiaría el curso de la historia. No transmitía nada, solo salían palabras de su boca.

“Si queremos seguir contando con este beneficio, debemos salir el 20 de mayo a votar. Recuerden que este esfuerzo que hace el gobierno es para que todos podamos contar con este complemento alimentario, que de otra forma se perdería”.

Los vecinos lo mirábamos fijamente, pero no poniendo atención al disco rayado. Nadie asentía, pero tampoco negaba. Nadie dijo nada, como cuando uno escucha llover. Mi vecina me dijo casi al oído: “Ajá, denos el discurso que quiera y déjenos pagar la caja. Pero más nada”.

III

Al final, todo se resume en controlar el hambre. Lo de los medicamentos viene por añadidura, porque, como decía mi padre, el hambre es la madre de todas las enfermedades. Lo supo él de sobra, que fue un niño humilde y dedicó su vida entera a mantener sanos a miles de niños humildes.

Cada niño que muere es por culpa del maduchavismo. No debemos olvidar que este régimen criminal tiene nombre y apellido, y el padre de esta criatura horrorosa es aquel espanto de militar que se dedicó a humillarnos y envilecernos hasta que murió. Nos dejó, como él mismo lo dice, a su hijo, que no lo supera en maldad, sino que lo copia perfectamente.

Algo tiene que pasar.  

 


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