Todas las encuestas evidenciaban que la popularidad del régimen estaba por el suelo, lo que se correlaciona con la situación de escasez de alimentos y medicinas que hay en el país y con el hecho de que padecemos la inflación más alta del mundo. El espectáculo grotesco de ciudadanos buscando comida en la basura complementaba el deprimente cuadro, al cual se sumaba el repunte de enfermedades que se consideraban casi erradicadas. Bajo tales circunstancias, sumado el tema de la gasolina, todo indicaba que los candidatos a gobernadores del gobierno sufrirían una estruendosa derrota.

Sin embargo, algo ocurrió el día de las elecciones. Un sistemático y continuado fraude caracterizó la implementación de la consulta, incluida la inhabilitación de aspirantes y la decisión ilegal de no permitir la sustitución de candidatos. El régimen, valiéndose de todas las artimañas, confundió y desestimuló el voto opositor. En la medida en que la abstención fuese mayor, más oportunidades tendrían los candidatos del gobierno y viceversa.

Hoy, quienes desde la oposición defendían la abstención alegando con razón que a una dictadura no se vence con votos, no dejan de repetir: “Te lo dije”. No obstante, sin quererlo, prestaron un valioso servicio a las tácticas abstencionistas que propiciaba el gobierno. Y fue precisamente la abstención la causa fundamental de la victoria que pregona el régimen.

Se trata de una victoria empañada por mil vicios. Fuimos testigos de aberrantes mudanzas de centros de votación, que afectaron a más de 700.000 electores. La confusión generada contribuyó a estimular la abstención. Muchos centros fueron trasladados a sitios de alta peligrosidad. Centros que estaban ubicados en colegios de monjas y universidades fueron mudados a barrios, alegando razones de “violencia”. Todo indica que hubo desde votantes fantasma hasta fraude vulgar en el conteo de los votos, además de “puntos rojos” desde los cuales se inducía el voto a cambio de bolsas CLAP. No me voy a detener detallando las cosas que ocurrieron porque no es el objetivo de este artículo.

Quiero más bien referirme a la victoria pírrica que alega el gobierno. Ninguno de los problemas reales del país se solucionarán a partir de ese evento. Por el contrario, se profundizarán con un elevado riesgo de que termine por producirse una ruptura del tejido social.

Todos salimos perdiendo. La Mesa de la Unidad sostiene que se produjo un fraude y desconoce los resultados. Es probable que el TSJ en el exilio tome cartas en el asunto y sin duda será escuchado por la comunidad internacional. Ya varios países se han pronunciado.

Podrían coincidir sus decisiones con acusaciones que cursan ante la Corte Penal Internacional. Otros casos podrían prosperar en la Corte de Palermo. Además, están las denuncias que viene presentando la fiscal general Luisa Ortega Díaz.

La Unión Europea se apresta a aplicar sanciones que reforzarán las aprobadas por Estados Unidos y Canadá. Cerca de 120 países congregados en San Petersburgo en la Asamblea de la Unión Interparlamentaria Mundial, han desconocido la asamblea constituyente.

El aislamiento internacional no tiene precedentes. Se está completando el círculo de la deslegitimación de desempeño y de origen. Desapareció la democracia. Coincide todo esto con un colapso económico y con el cierre de las fuentes de financiamiento externo. Incluso Rusia está dispuesta a revisar el cronograma de pagos, pero nada de dinero fresco. El país está al borde del default y la producción petrolera en picada.

Enfrentados a un déficit fiscal inmanejable, solo les queda la vía del financiamiento inorgánico del BCV que es como arrojarle gasolina al fuego de la inflación. El FMI calcula una inflación de 2.530% para 2018. El aparato productivo está destruido y desarticulado.

El oficialismo está montado en una burbuja de ficción a punto de estallar. Lo que pretende quizá lo podría lograr un gobernante con altos niveles de ingresos, con una institucionalidad fuerte o una elevada popularidad. Todos estos factores brillan por su ausencia. A punta de fuerza bruta, sin recursos, sin credibilidad interna ni externa, sin apoyo popular real, creo que lo ocurrido el domingo abona las condiciones para un colapso político.


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